Dice la Biblia apócrifa de Gilgal: «Y tras el trueno se oyó una angélica voz que decía: "No temáis las llamas devoradoras, acercaos, no vaciléis, porque ya estáis muy cerca de la gloria"». Ahora la pregunta no es dónde está Gilgal ni si existen una o muchas Biblias apócrifas, tampoco quién las redactó o quién reunió los textos. Me quedo más con el trueno y sobre todo con esa voz que parece querer revelar lo que alguien situado mucho más arriba, o quizá más abajo, demanda. La clave debería estar en el mensaje, pero el mensaje es un tanto oscuro, llega enturbiado seguramente por lo que esas llamas van devorando y por la aniquilación que vienen anunciando a su paso. En dirección hacia ellas marchan los más fieles compensando sus temores con el crédito que el portavoz y su mensaje les merece. Habría que hablar mejor, pues, de fe cuando todo lo fían a ese difuso pero glorioso punto desde el que la voz les llama. Por tanto, la pregunta decisiva sería más bien si podemos fiarnos y seguir adelante cuando esa voz surgida desde lo profundo, nos invita, antes de perderse en lo etéreo, a buscar nuestra razón de existir, nuestra patria original, en el mismísimo infierno.
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