Asistimos en las redes a un sorprendente y tácito acuerdo. Mirando con resentimiento a los que aún permanecen en pie, expuestos en la estantería virtual, casi todo el mundo justifica sus invectivas diciendo lo mismo: «Como no soy prácticamente nadie, aquí emboscado entre montones de alias, me conformo con disfrutar y hacerme notar afinando la puntería con esos muñecos. No soporto verlos ahí tan pinchos, creyéndose mejores porque que tienen nombre, y algunos presumiendo además de renombre. Puestos a pedir, preferiría que, además de atinar, fuera su verdadero nombre el mismo con el que se presentan, porque así mi piñazo les haría de verdad pupa».
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