Me viene a la cabeza un mundo poblado por criaturas desventuradas, escenario de perpetuos enfrentamientos, vagando por órbitas oscuras y sometido a ciclos severos, siempre en calidad de juguete cósmico. Para fijarlo en el tiempo y hacer frente a esa mudanza constante, a esa alternancia entre orto y ocaso, se hacen ahí necesarias algunas figuras que actúen como referencia. Pienso, en concreto, en un regente al que señalar, en un sabio al que consultar, en un héroe al que recurrir y en un inocente al que sacrificar. Con este elenco mínimo podemos estrechar el cerco y entender el momento, pero nada de lo que suceda tendrá significado sin un espectador ante el que presentar el drama.
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