Si es cierto que una imagen vale más que mil palabras, siempre valdrá más cómo te expones y sales a la luz pública que lo que entre balbuceos pretendes decir. Si quieres que alguien te atienda, sigue en esto el mandato actual, que es bastante claro: sin complejos, prueba a exhibirte con tus galas en la vitrina (sin temor a hacer propias las ajenas) en vez de aburrir a base de tanto hablar.
Si valiera de algo lo anterior, puede que una foto de carnet mía explicara más de lo que ahí he intentado defender. Aun con todo, espero que no se me reprochen estas líneas, porque no en vano he sido breve. Sirva además como disculpa que estoy atado por venenosa tradición a las palabras y que, en lo que respecta a mi imagen, padezco un patológico y defensivo instinto de privacidad.
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