miércoles, 16 de marzo de 2022

Cosas del inefable

Con sus enormes ojos, llenos de tierna solicitud, la niña le pidió: «Anda, cuéntamelo otra vez, pero desde el principio». Ella entonces la miró amorosa y casi susurrando inició lo que parecía una cantinela conocida: «Desde el principio era el verbo...». Ahí la niña le paró en seco. «No, no, no era así, era "en el principio"», le corrigió. La madre elevó su mirada hasta lo alto, como para retomar el hilo, y volvió más confiada. «Es verdad, es verdad; a ver si era así», y en tono más ceremonioso, aclarando la voz, continuó: «en el principio era el verbo y el verbo era.., era... espera ¿qué era? ¿quién era?». Ahí volvió a atascarse, la memoria parecía querer traicionarle, la palabra se resistía a ser pronunciada. Sin poder disimular sus ansias la pequeña se enfadó, se negaba a admitir aquel repentino olvido de su madre. «Pero si ahora ibas bien, sigue, sigue», le insistía. Como si saliera de un pozo profundo la madre le preguntó a la pequeña: «Espera, no sé si... esto... ¿el verbo no era dios?». Ésta se quedó mirándole con cara de asombro. «Nunca me lo contabas así, siempre decías lo inefable, el verbo era lo inefable». Su madre se quedó extrañada dudando, mientras pensaba para sí «si el verbo es lo primero y principal de lo que todo parte, ¿cómo va a ser inefable?», y luego «que no, que eso no puede ser, pero ¿y ahora, qué le digo a ella?». En este trance estaba cuando le llegó la inspiración y encontró la solución: «Mira, esto del verbo del cuento es una cosa muy complicada y nadie lo entiende de verdad. Y si algo no se entiende bien, es mejor no ponerse a hablar de ello, porque si no todo el mundo, en vez de decirse cosas, se haría un lío ¿verdad?». A la niña no le gustó nada la explicación: «Me da igual quién sea el inefable, lo que pasa es que a mí me gustaba ese cuento». Viendo que se iba enfurruñando, su madre le cortó: «Bueno, vamos a dejarlo. Inefable es justo eso, algo que no se puede decir. Así que tampoco se puede hablar de eso ni meterlo en un cuento. Vamos a callar, pues». Cuando la madre se fue, la niña se quedó muy triste, metió la cara entre sus pequeñas manos y sin decir nada más se puso a llorar desconsolada.

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