Se encendió y se apagó. Puro fósforo. Aquella cabeza descollaba. Y brilló fascinante, allá en su día; y dijo verdades, siempre espinosas; y su voz seducía, con su tono grave; y abrió camino, aunque sin dejar huella. Piensa si, después de aquel rayo tan fugaz y aniquilador, merece la pena volver a imaginar aquel follaje inabarcable o seguir rebuscando entre las cenizas.
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