La obra de Barrière no es muy amplia, cuatro libros de sonatas para violoncello y bajo continuo, otro para el sorprendente pardessus de viola y otro más para clavicordio. Barrière representa el tránsito en Francia de la viola de gamba, que había sido el instrumento de cuerda hegemónico con figuras señeras como Monsieur de Saint-Colombe o Marin Marais, al violoncello con el que en Italia se practicaba desde el siglo XVII. Imagino que allí, no sé bien si por la aparición del estilo concertado, se fraguó un desdoblamiento tonal que aconsejaba en el caso de las cuerdas dos instrumentos distintos, el violín y el violoncello. En todo caso, la sustitución de la prestigiosa viola por éste último es un enigma que corresponde desentrañar a los musicólogos. Sabemos, por ejemplo, que Bach fue uno de los primeros que optó por darle al violoncello protagonismo solista. No podemos olvidar también que, antes de sus espléndidas Suites, Bach había compuesto tres sonatas para viola de gamba. Algunos alegan que la difusión y éxito del instrumento se debe a que el violoncello es más sencillo, quizá por tener menos cuerdas, y menos dado al exigente virtuosismo que imperaba en las composiciones para viola. Sin embargo, la variedad temática y la complejidad de las Suites demuestran, sin ir más lejos, que ese argumento es absolutamente infundado.
Conviene señalar que en el caso de Barrière hay de por medio una estancia en Italia, de donde puede que volviera convencido de las posibilidades que el nuevo instrumento ofrecía. El período de composición del libro IV es un poco posterior al tránsito al violoncello emprendido por Bach, aunque en esto todas las fechas parecen bien poco fiables. Lo que aquí traigo de Barrière es una de las sonatas de ese libro, la cuarta en concreto, escrita en tonalidad de Sol mayor. Su inicio es, como corresponde a la tonalidad, verdaderamente risueño y a la vez bastante sosegado. A la elegancia propia de la viola añade el violoncello cierta profundidad, dotando al sonido de nuevos matices que confieren a las cuerdas de este tramo tonal un carácter nuevo y distinto. En este andante, más que andar la melodía parece marchar al trote, un trote discreto que combina las notas largas con delicados arpegios. El virtuosismo que en su desarrollo se apunta llegará al paroxismo en el movimiento final, un allegro prestissimo endiablado. En su interpretación Bruno Cocset sabe estar en todo momento a la altura de las dificultades, resolviendo con elegancia sublime las retos que le vienen impuestos por la partitura.
Andante de la Sonata IV en Sol mayor, libro IV, Jean Barrière
Bruno Cocset, violoncello
Les Basses Réunies.
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