sábado, 8 de enero de 2022

La metáfora de la araña

Supongo que con lo de WWW (World Wide Web), es decir con la telaraña mundial, a muchos se les ha venido a la cabeza lo mismo que a mí: ¿por dónde anda esa araña? ¿es libre de moverse? ¿qué es lo que la mueve e inspira?. Antes de buscar respuestas, escapemos de la metáfora y digamos que no es lo mismo una red que una telaraña. La red es un instrumento al servicio de una función, en concreto atrapar y pescar. Un retículo podría ser otra cosa, que podría hasta valernos, porque es algo más abstracto y acorde con lo que se extiende por doquier a través de los ordenadores. Volviendo a la metáfora, una telaraña siempre tiene al menos un inquilino que circula por ella con intenciones depredadoras, aviesas. Puestos  a seguir con ella, convendría que supiéramos qué es lo que la mueve, qué intención general sobrevuela todo lo que por esos hilos de la telaraña circula.
Todo esto no es nuevo. La fabulación metafórica que suscita la araña tiene ya un par de siglos, si no más. Cojamos El sueño de D'Alembert de Diderot. Allí la telaraña se extiende figuradamente por el cuerpo humano, en concreto nos remite a su sistema nervioso. Veamos cómo se expresan al respecto el Dr. Bordeu y Mademoiselle de l'Espinasse.
B—Quien no conoce al hombre más que en la forma que nos ofrece al nacer, no tiene de él ni la menor idea. [..] Todos sus miembros ... propiamente dichos no son más que groseros desarrollos de una red que se forma, crece, se extiende, lanza una multitud de hilos imperceptibles.
E—Esa es mi tela, y el punto originario de esos hilos es mi cabeza. [..] ¿Dónde están los hilos, dónde la araña?
B—Los hilos por todas partes; no hay ni un solo punto en la superficie de su cuerpo al que no lleguen, y la araña está agazapada en la parte de su cabeza que he llamado las meninges, parte que ni siquiera puede rozarse sin paralizar la máquina.
En el caso de la red global WWW, es complicado deducir la existencia de una araña que al menor temblor reaccione, huya o acuda. En teoría no existe ni siquiera un ente que dirija los movimientos a través de la red, aunque es posible ver favorecidos ciertos flujos. Por lo que se refiere a la obra de Diderot, no pensemos que la fabulación metafórica se queda en el cuerpo humano, pues poco después el autor pone en manos de un hipotético dios el complejo dispositivo tejido por la araña, concediendo así al sistema, que allí tras el salto sería el mundo entero, tintes panteístas. Esa nueva fractura metafórica nos sitúa, a diferencia del caso del cuerpo, fuera de cualquier teoría verificable, en un ámbito filosófico, incluso teológico. 
Menos dudas que la existencia de una araña omnipresente y omnipotente ofrece en nuestro caso, la pegagosidad de esta nueva telaraña virtual, su capacidad para inmovilizarnos. Por lo que vamos sabiendo, nada más surgir por una esquina alguna de las muchas arañas que circulan por la WWW, cuyo ánimo dominador es patente en ciertas parcelas de red, nada podremos hacer para evitar ser atrapados y devorados por ella. Empezamos a entender que esto es una especie de ley natural en el espacio virtual tramado por la telaraña. A falta de identificar dónde moran las verdaderas arañas, las que tienden los hilos y las trampas, nos tenemos que resignar a ser sus víctimas propiciatorias. Algunos se creen a salvo en la red por haberse convertido en hábiles transmisores, sin darse cuenta de que, por no ser hilos pasivos, serán sacrificados en cuanto no cumplan como fieles conductores. Todos estamos ahí a merced de las arañas. En su cada vez más tupida telaraña intentamos servir como ilusorios nodos mientras permanecemos a la espera de algún beneficio que nunca llega. Confundidos entre esos hilos no pintamos nada, tan sólo podemos aspirar a ser oportuno alimento para ellas. Bájemonos de la red y pronto paralizaremos a esa araña voraz así como a la máquina que la sostiene.

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