François Musin (1820-1888), Rowing boat in stormy weather |
Tras recordar Mircea Eliade, el famoso estudioso de las religiones, en una nota de su diario de enero de 1955 que el nombre griego para templo es naos, pasa a subrayar su carácter simbólico como refugio monumental: «el Templo, es decir la sacralidad expresada en volúmenes, está concebido como un navío». El navío sería, pues, para los antiguos el vehículo que permitiría viajar hacia el cielo o el más allá atravesando las tinieblas y el caos que se oculta bajo las aguas. Y digo los antiguos, porque la idea es compartida en diversas culturas. No tenemos más que recordar en la Biblia la peripecia del arca de Noé. Continúa Eliade apuntando al respecto la idea de que «la travesía perfecta no puede efectuarse más que en un "navío", es decir en una "forma cerrada" que protege de la degradación, de la dispersión, de la disolución». Elude así en su nota el destino del viaje para centrarse en la seguridad conseguida al aislarse y cerrarse a las tormentas mundanas. Puede que los templos ofrezcan seguridad e inviten al recogimiento, quizá encontremos hasta paz. Más difícil será que, rodeados por todas esas imágenes que desde los múltiples altares laterales nos observan silenciosas e inquisitivas, sepamos bien a dónde nos dirigimos desde ahí y, más aún, a quién debemos mirar.
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