Si eres mudo y quieres venderte tienes dos alternativas: ponerte en el escaparate haciendo de tu cuerpo un reclamo sugerente en el que el cliente pueda palpar las cualidades únicas de tu muestrario, o encargar al charlatán de turno para que, en tu nombre y en su beneficio, ofrezca a sus contactos el material, alegando unas virtudes que incluso para él son indescifrables.
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