lunes, 6 de diciembre de 2021

La ceniza

De los cuatro elementos de la naturaleza probablemente sea el fuego el más enigmático o cuando menos el que a su paso deja el rastro más visible y no pocas veces el más desolador. Nada hay equivalente a la ceniza en los casos del agua, el aire y la tierra. Aunque sea un elemento transitorio, siempre será la ceniza más evidente que el vapor y menos escurridiza que el hielo. Suspendida en el aire, es polvo intentando eludir la tierra; ya en ella, vaga sin rumbo a merced de aguas y vientos. Nunca alcanzará la nobleza del metal, pero muestra cercana la marca del fuego. Cuando vemos extensiones cenicientas como ésta de la foto, tendemos a pensar que todo ha pasado, que ese piso, no hace mucho ardiente, ya es tierra firme. Pero no es del todo así, nadie se arriesga en esas colinas negras. Con razón temen todos las bocas siniestras que se dejan ver prontas a escupir la última llamarada y consumar su tarea. Hablamos de destrucción, pero en realidad las cenizas sólo son lo que resta tras la reducción de la materia una vez carcomida por el fuego. Puede que la combustión sea un tránsito glorioso, pero no todos los materiales admiten. Cuando son sometidos al fuego, cada uno sucumbe a su modo. De su examen posterior hay quien extrae claves certeras  sobre su naturaleza última. Al decir de algunos augures, en las cenizas también se pueden leer claves de pasado y futuro. La deuda de las cenizas con los fuegos que las originan ha dado lugar a todo un lenguaje. Desde Prometeo sus símbolos parecen estar bien asentados en la tradición, aunque para el lego actual son de difícil interpretación.
Casa atrapada por la ceniza del volcán Cumbre Vieja en La Palma
Foto: Emilio Morenetti en The Guardian (Diciembre 2021)
No llegaré muy lejos, pero puedo decir al menos que ese paisaje me sugiere cuán claro y dramático pueda resultar el contraste existente entre la materia realzada y la reducida. Ahí la casa, símbolo de la solidez, último refugio de la intimidad, a duras penas se bandea, de hecho está a punto de naufragar atrapada entre las cenizas surgidas del volcán. Nos gusta ver en esa imagen una metáfora de la resistencia, del espíritu combativo y por eso admiramos de la casa su tenaz virtud para defender la vida alentada ahí dentro en su día por sus moradores, mientras que en la ceniza vemos el arrasador instrumento que quiere hundirla en el olvido. Las cenizas actúan aquí como recordatorio del destino, reflejado en ese fuego que arde permanente en las entrañas de la montaña y que asoma amenazante por esa grieta profunda y feroz. En superficie, sin embargo, valen de poco las metáforas forzadas. Lo evidente ahí es que la casa está próxima a ser engullida y que, en medio de ese mar de ceniza, está a punto de consumarse un sacrificio despiadado y atroz. También absurdo, porque nadie parece haberlo reclamado. Una vez desaparecida de la vista, nadie será tampoco testigo de la última ceremonia oficiada por la ávida lava en nombre del todopoderoso fuego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario