Nos creemos perspicaces por ese afán que tenemos de sondear en nuestras profundidades mentales, hasta que salimos a la superficie y enseñamos la última tontería encontrada. Sucede generalmente que, sin entrar en materia, nos imaginamos espíritus penetrantes, capaces no sólo de ver sino de llegar hasta el fondo, pero que luego, tras sumergirnos, enseguida nos empieza a faltar aire. De hecho hay quienes al poco tiempo se hunden con todas sus ideas sin remedio, mientras que otros, más ligeros, empiezan pronto a moverse y a disfrutar en el nuevo medio como los peces comunes, siempre tan intuitivos, zonzos y felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario