miércoles, 30 de junio de 2021

Prueba con el amor

—¿Por qué no pruebas con el amor? Dicen que al final funciona, que sirve para relajarse y te deja como nuevo.
—No me van esas chorradas. Son para blandengues, para gente que no sabe imponerse. ¿Qué hago yo con que me quieran? Si no se rinden, no me sirve de nada.
—Pero es que se te ve tenso hasta cuando te sonríen. ¿Tienes que estar atento y al acecho frente a quienes sólo te vienen a saludar?
—Pues claro. ¿Es que hay otra manera de enfrentarse a los demás? ¿Tú te los comerías a besitos a las primeras de cambio?
—Tampoco es eso. Me pasa que casi siempre encuentro en la otra persona algo nuevo, algo que me falta y que me atrae. Y ahí empieza todo.
—Mira, si a mí una moza, por ejemplo, me pone por delante algo que me falta y que me gusta, pues voy y echo ahí mano. Mejor si quiere que si no. Si a cambio dejo huella, ¿no será eso una prueba de amor?

martes, 29 de junio de 2021

Adiós a la primavera, pero volverá

Da un poco de pudor exhibir emociones y por eso me cuesta cada vez más escribir lo que siento y cuánto disfruto escuchando cierta música. Es el caso de este madrigal de Monteverdi. No es sólo el pudor, siempre temo no estar, además, con mis palabras a la altura de las voces que aquí cantan. En realidad, por mucho que diga nunca podrán con estas líneas estarlo. No me quejo. Sería absurdo parecer resignado cuando puedo gozar de esta perfecta conjunción de voces sublimes y sentir cómo inician un despegue sostenido hacia lo etéreo, llevando así en volandas este soneto de Ottavio Rinuccini, gracias a la magia musical de Monteverdi.
Fue él uno de los primeros en retomar la tradición de iluminar los versos con ayuda de la música. Lo hará en este caso con esta llamada al viento que llegado del oeste suaviza los acentos, remueve las olas y se deja sentir entre las ramas hasta lograr que finalmente todo florezca. Surge así un espléndido canto donde encuentran feliz expresión la dulzura, la ligereza y la alegría. Y ese espíritu festivo es el que se mantiene casi hasta el final, como si las voces —aquí de la mezzo y la soprano— fueran y vinieran suavemente columpiadas al ritmo de la chacona. Sólo al final, en el momento en que el soneto busca dar voz a la soledad del amante, adquiere el canto cierto dramatismo que intenta ser superado en un final lleno de virtuosismo. En ese trance último, engarzadas por el cálido sonido del cornetto, las dos voces parecen moverse entre la ventura y la desventura. Abandonado al azar, al amante no le queda sino recurrir tan pronto al llanto como al canto ('hor piango hor canto').

Zefiro torna, C. Monteverdi, 1632.
Magdalena Kozena (m-sop.) con Anna Prohaska (sop.), Madrigals and Arias, Archiv Produktion, 2016.

lunes, 28 de junio de 2021

Nunca te burles del calvo

Con dos dedos de frente basta, según dicen, para parecer despejado; así que, si mide cinco, puede uno dárselas de bien talentoso y solvente; pero, si es calvo y le cabe más de un palmo, quedará ante cualquiera como un pensador profundo, como una autoridad eminente.

Tiempo de siega

Raoul Dufy, Les moissons à Langres, 1938

Todavía puedo recordar aquellos días de junio en que se veían por los trigales a cuadrillas de segadores marchando en línea, todos ellos sudorosos y agachados, con un pañuelo anudado en la cabeza y la hoz en la mano, dejando hacinadas a su paso las mieses. Son escenas irrepetibles que sólo los cuadros y las fotografías nos permiten ya captar. Dufy ofrece aquí su propia muestra de todo aquel mundo. No se trata, a la vista está, de un cuadro costumbrista. Es obra de un declarado miembro del fauvismo. En ningún momento pretende recrearse en detalles ni poner de manifiesto la dura jornada de los segadores. No tiene pretensiones naturalistas. La renuncia al impresionismo es igualmente evidente. Apenas se adivina y nos atrae ahí la delicadeza mágica del paisaje. No es que falte la luz, pero surge por brusco contraste entre dos manchas de color. Debajo tenemos un amarillo, que se torna verdoso en los bordes, frente a una franja grisácea que cubre la parte superior. 
A partir de ese contraste va presentándose el tema. El campo abierto inunda la mayor parte del cuadro dejando apuntado el bamboleo de las espigas, mientras arriba se dibuja el lejano y sombrío perfil de la ciudad. Los humanos se solazan en compás de espera y al lado de ellos, en una balsa, las caballerías hacen lo propio. Unas pinceladas enérgicas consiguen imponer cierto dinamismo sobre el trigal, que se mece a un lado y otro, como una masa anónima. Mientras tanto, la ciudad, a la sombra de las oscuras nubes, se va definiendo amenazante, como si llegara a la cabeza de una repentina tormenta. El primer plano, el inferior, vive aún en el reposo, nos inspira alivio y relajación, pero a medida que ascendemos el tono va cambiando, la tensión aumenta y el fondo parece presagiar un cambio rápido, violento y funesto.

domingo, 27 de junio de 2021

El desconocido

Cuando un intérprete se esfuerza por mostrarse creativo, diverso y polifacético corre el riesgo de que quienes mejor lo conocían no lo reconozcan y puede incluso darse el caso de que, confundidos por tanto cambio, ni siquiera lo conozcan. Si les preguntan por él dirán que, por disperso y disipado, puede que llegue a ser muchos otros, pero que ya nunca sabrá ser el mismo, o sea aquel que ellos conocieron.

sábado, 26 de junio de 2021

Cultura del chollo

Comprar barato es hoy para mucha gente un rasgo de inteligencia sobresaliente. Poco importa lo que hay detrás del artículo comprado. Normalmente es una camisa o un vestido fabricados en Bangla Desh u otro país asiático y vendido a través de un intermediario electrónico. Por fortuna no presumen esos «sobresalientes» de haberse presentado en el mercado de esclavos y pujado para llevarse a casa el mejor del lote. Desde luego que hay algunos a los que poco les importaría prestarse a esas subastas. Más que nada temen que estaría mal visto aparecer ahí como compradores. En ningún caso contemplan la posibilidad de verse ellos mismos en el mercado tasados como meros objetos a subastar. Y sin embargo, las valoraciones y estimaciones de méritos para conseguir un trabajo, por ejemplo, las sobrellevamos con absoluta naturalidad. Todo tan natural como disputar esa plaza a cara de perro, con una contienda de por medio basada en valores dudosos y en procesos no pocas veces turbios. En estos casos son los expertos en recursos humanos los que, en la actualidad, acuden a ese tipo de mercado a por los mejores chollos. Después de elegir lo adecuado, se desecha lo demás y, a la hora de pagar, pasa a aplicarse el correspondiente descuento. Como la plaza no suele tener previamente asignado un valor económico, puede forzarse una rebaja del sueldo por ser joven, mujer, musulmán o por provenir de un país demasiado exótico. Adquirir talento a precio de chollo (mediante becas, contratos de prácticas, períodos como junior, etc.) es un signo de perspicacia profesional de estos «rastreadores» que los empresarios saben apreciar con largueza. De las camisas que compramos, del submundo laboral del que llegan y de los intermediarios en la red quizá hablemos en otra ocasión.

Desde Codés

Sierra de Codés

Hacía tiempo que no llegábamos hasta Codés. El lugar tiene un encanto especial, acurrucado bajo el sol, allí al pie de la montaña, donde las peñas forman a su alrededor una sólida cortina, que sirve de telón de fondo y lo resguarda de los inclementes temporales que llegan del Norte. Creo que fue hace unos 35 años o así cuando vine por primera vez. Aquel aire rústico del santuario no se ha perdido, aunque todo me parece ahora un poco más abandonado y triste. Está lejos de la solemnidad de Leire o Roncesvalles, pero lo suple con creces gracias al estrecho contacto que mantiene con el entorno. La arquitectura del conjunto, iglesia y hospedería, es bastante tosca y el interior tampoco es nada del otro mundo. Pasa un poco como en las ermitas, todo parece estar pensado para el día grande, para el día de la romería, ese día en que todos los vecinos del valle se reúnen en fraternal misa y almuerzo. Se les unen en ocasiones los que, tras emigrar a otros lugares, sienten aún vivo el vínculo. Arrastran estos de mala gana a sus descendientes que algo atónitos apenas entienden qué se les ha perdido allí ni cómo pudo su padre o su madre haber vivido siquiera un día en aquel extraño lugar. Creen haber aterrizado en la luna.
Estando por allí tuvimos la suerte de topar con un personaje que conocía bien cómo había ido evolucionando con el paso de los años el lugar. Supimos por él de cómo la vida languidecía en los pueblos cercanos, cada vez más envejecidos y depauperados y de cómo poco a poco habían ido marchándose la mayoría de sus vecinos. El lugar, salvo para los montañeros o naturalistas, carece probablemente de atractivo turístico. Para los primeros está arriba Yoar, cumbre mítica desde la que se avista ya todo el valle del Ebro; para los segundos lo más llamativo es la gama de Quercus allí presente, que va desde las humildes coscojas, pasando por las encinas crecidas, hasta unos robles monumentales y centenarios. Así pues, no le faltan bosques ni paisajes espectaculares, pero aquello está lo suficientemente apartado como para quedar fuera de ruta. Al final, los focos de donde pueden salir los potenciales visitantes quedan lejos o quizá estos anden buscando otras cosas. Imagino que, a su paso por esta zona, lo que tratan de encontrar son monumentos con historia y lo que quieren después es disfrutar de bodegas de ricos vinos, con buenas comidas y, para finalizar, de una noche reparadora en un cómodo hotel. No es eso precisamente lo que ofrece la hospedería. Con su aspecto de eremitorio, parece más adecuada para retirarse a poner en orden las ideas o para escribir un guion que para llevarse uno a la pareja. El hombre siguió hablándonos de su males, de las dificultades para llegar desde su obligada periferia a los núcleos urbanos y de cómo ese aislamiento de la comarca había determinado su decadencia. Por algún motivo que no llegó a revelar el parecía tener apego especial al lugar. Su madre había sido ermitaña y él mantenía en la trasera un pequeño huertecito. Esta vez había subido los 8 kilómetros desde Torralba, con su minúscula moto, para llenar un par de bidones de agua. No soportaba beber la de la canilla; sabía demasiado a cloro. Aparte de esto, no le oímos ninguna queja, llevaba su situación sin pesar alguno, con enorme naturalidad. De vez en cuando, por obligación más que nada, bajaba a la ciudad, fuera Logroño o Estella, pero no parecía atraerle especialmente, no al menos como para intentar cambiar el rumbo de su vida.

viernes, 25 de junio de 2021

Calavera

Los chinos lo consideran otra nueva especie, el Homo longi

Ayer Israel, hoy China. No paran de desenterrar calaveras que, al decir de los peritos, «obligan a repensar el curso de nuestra evolución». No sería mejor que también nos indicaran hacia qué otra clase de especies hubiéramos podido llegar. Si tales especies fueron en algún momento posibles, ¿dónde perdimos el rumbo correcto? ¿Fue nuestro afán hegemónico el que acabó con los diversos homo? Lo pregunto sólo por soñar un poco y porque es muy probable que cualquier salida del atolladero evolutivo, vista la situación, hubiera sido mejor que el reverenciado homo sapiens. Hemos llegado hasta aquí demasiado embebidos de nuestra ventaja y hemos hecho un dogma natural de nuestra condición de especie superior. Es tal la seguridad con que nos movemos que ya somos capaces de fabricar y especular con la nueva especie de homo que nos sustituirá.

jueves, 24 de junio de 2021

Sobre el agua

Todas las mañanas el agua nos ayuda a desprendernos de adherencias malsanas y olores dudosos y a ponernos a punto para recibir el día. Gracias a ella se podría decir que renacemos libres de revestimientos o apariencias que puedan ahuyentar. Al salir a primera hora creemos ser nosotros mismos y estar mostrándonos en nuestra mejor y más genuina versión. Nos sentimos capaces de afrontar las tareas del día resplandecientes, sin rastros ni sombras que nos rebajen. Sin embargo, poco tardamos en ver que hay rastros del pasado que siguen ahí. No me refiero a rastro físico sino a huellas que los días han ido dejando en nuestro interior. Para ellas no hay agua que valga. Resulta imposible que un torrente mental arrastre todo el andamiaje de ideas preconcebidas, de problemas heredados y de temores permanentes. Ni la subida de la marea podría con todo eso. No hay agua que ayude a refrescarnos la sesera y purgue nuestras especulaciones y recuerdos más penosos, ni manantial milagroso que nos libre de tantas inquinas y fobias vanas. Nadie lo verá, pero un día más, por falta de un buen aseo mental, seguimos siendo en el fondo los mismos. Y no deberíamos decirlo con orgullo, si de ese modo a lo que estamos dando continuidad es a lo más oscuro y y odioso de nuestra identidad personal.

miércoles, 23 de junio de 2021

Flexible y dúctil

Lao Tse trae a colación en Te Ching el siguiente proverbio: «La rigidez y la firmeza son compañeros de la muerte. La flexibilidad y la ductilidad son expresiones de la frescura vital». Y añade: «Por eso lo que se hace duro nunca ganará y el árbol demasiado firme acabará por romperse». Bonita lección para Marco Tulio Savater.

martes, 22 de junio de 2021

Viene de Júpiter con un rayo en la mano

Dicen que para ser bueno hay que tener temor de Dios, pero conviene mucho más temer a sus apóstoles. Uno de estos apóstoles, filósofo de profesión, pone al día la regla que debe regir nuestra política: «Lo que fomenta la convivencia democrática es el respeto y el temor a la norma compartida». Así se expresa en un artículo de corte catilinario, en su probable deseo de llamar la atención sobre el «nefasto» intento gubernamental de buscar mayor concordia. Es curioso, o quizá responda mejor al interés del autor, que de la portada del periódico haya desaparecido lo de democrática, quedándose la cosa en convivencia a secas. Uno tiene la impresión de que lo de democrática estaba para alguien ahí de sobra. En otro orden se habla en la entrada de compartir la norma. Por aclarar: ¿de qué norma hablamos, en qué medida es compartida y por parte de quién? El que la comparte probablemente la respeta y el que no, por temor a los daños que le pudiera acarrear su manifiesto rechazo, la acata, aunque no la respete. Pero entonces, ¿es el temor, con lo que conlleva de intimidación personal, el instrumento más adecuado para mantener la convivencia social? ¿Puede el contrato social en el que se basa una democracia sostenerse sobre semejante pilar? ¿Qué opción tiene frente a la norma quien no la comparte, quien ni siquiera la considera democrática? Más parece que reclama el apóstol obediencia ciega cuando nos habla de respeto. Para mí que el respeto se gana, no se fomenta y menos instaurando una política de temor a una norma con la que no todos se sienten igual de amparados. Para quien asume la norma, como el filósofo en este caso, es muy fácil crearse ámbitos de aprobación donde siempre encuentra sitio y «convive» con sus seguidores cómodamente. Pero creo que consagrar con ella una situación de hegemonía y predominio aporta poco a la convivencia y hace desmerecer la democracia que se dice defender. La norma no es por sí misma respetable, se hace respetable a través de las personas que la defienden. Y me temo que este hombre tiene una concepción cada vez más aristocrática, incluso jupiterina, de la política. Desde luego hace tiempo que dejó de ganarse mi respeto. Lo que infunde de forma cada vez más clara es temor. Nunca me han atraído sus zigzagueantes luces. No me gusta vivir deslumbrado, quizá porque temo quedar paralizado, o porque no soy del todo bueno.

Llega el mensajero

Adorna su locura enarbolando la antorcha verdadera, avanzando entre las zarzas con paso trompicado, dejando ver por encima una avalancha pelirroja que le cae alborotada hasta los hombros, a la vez que lo embiste todo con su  cabeza tozuda como quien empuja penas, y así se acerca, vacilante, casi escondido tras ese par de ojos brillantes, fundidos en un rostro plano desde el que nos brinda una mirada dolorida, de inconfundible ausencia.

lunes, 21 de junio de 2021

Verano

Siempre tengo la sensación de que con la llegada del verano se nos abre una puerta al pasado y de que pueden volver los días de fugaz brillo. El verano nos invita a recomponer nuestro maltrecho cuerpo y parece ofrecernos un nuevo contrato de uso mucho más conciliador. Gracias a eso, podemos intentar recuperar algunas relaciones personales que los largos meses de frío habían dejado casi ateridas. No hablo de buscar excesos sino de premiarse y animarse con nuevos estímulos.

domingo, 20 de junio de 2021

La pesada herencia de sangre

Matanza de judíos en Babi Yar, Kiev (Ucrania)

La jubilada profesora de historia de 79 años vive en un apartamento de Hamburgo. A su padre, de origen letón, ella lo conoció a los seis años, a su vuelta del frente. En su casa nunca nadie hablaba de la guerra. «El silencio era mutuo: de parte de los padres, pero también de nuestra parte, los hijos», explica. Siempre creyó que su padre, médico, no había estado en la Wehrmacht. pero la realidad era otra. Otro amigo historiador que investigaba el nazismo le hizo despertar al preguntarle «¿Sabías que tu padre fue miembro de los Einsatzgruppen?» No, no lo sabía. Lo que sí sabía es que los Einsatzgruppen habían sido escuadrones móviles destinados a eliminar disidentes y judíos tras el avance del ejército en el frente oriental, llevando a cabo un exterminio sistemático. Aquello removió profundamente su conciencia y le llevó a indagar sobre el aterrador recorrido de uno de los grupos, en concreto del escuadrón C. A través de un periodista holandés, tendría acceso a un documento en el que el comandante de dicho escuadrón recababa la asistencia del médico, al que se citaba con nombre y apellidos, para llevar a cabo las ejecuciones de manera «higiénica y regular». El allí citado era a su padre y de lo que se hablaba era del barranco de Babi Yar, en Kiev, donde el 29 y 30 de septiembre de 1941 fueron asesinados más de 30.000 judíos. Ante tales pruebas, se vio obligada a aceptar que aquel afable padre, el que había sido su «mentor espiritual», el que le leía por la noche novelas de Tolstoi y Dickens, era en realidad un criminal. 
Pasados 80 años de la invasión alemana de la Unión Soviética (hablamos hoy de Rusia, pero también de Bielorrusia y Ucrania), el presidente federal alemán Frank-Walter Steinmeier recuerda con ocasión del aniversario:  «Los crímenes cometidos por los alemanes en esta guerra nos pesan. Pesan tanto sobre los descendientes de las víctimas como sobre nosotros. Hasta hoy. Nos pesa que fueran nuestros padres, abuelos, bisabuelos quienes hicieron esta guerra, quienes estuvieron involucrados en estos crímenes». Es duro tener que reconocer una herencia de sangre cuando uno no es culpable. Está escrito que las responsabilidades criminales son estrictamente personales. Pero la ley no puede corregir las mentalidades colectivas. El renocimiento de las atrocidades que han provocado no compete sólo a Alemania y los nazis. Debería ser asumido por muchos otros países para purgar miserias tales como los abusos coloniales, los genocidios étnicos y la práctica del esclavismo. Las víctimas de las que Steinmeier habla tienen derecho a culpar al desaforado «fervor nacional» y al racismo de su desgracia. Incluso hoy, instigarlo es relativamente fácil, por lo que vamos viendo. Ayer como hoy, esa clase de tareas tiene entusiastas ejecutores. Reconocerlos y denunciarlos antes de que otros anónimos desaten su cacería es obligado. De otro modo, el país, que es quien finalmente vota, no podrá declararse inocente, por mucho que en conjunto no sea culpable.

Cuídate

De ese corazón viejo te llegarán rugidos. No esperes amor.

sábado, 19 de junio de 2021

Ese mundo que ya no existe

Creemos tan firmemente en ese mundo que fue que se nos hace difícil creer que ya no existe y mucho más imaginar que nunca existió. Basta pensar en cómo reconfortan y estimulan al público en general las grandezas nacionales. Aunque no sea el único, seguramente he citado el caso más notorio de mundos insostenibles. El pasado puede servir de refugio llegado el caso, pero para los problemas actuales es de muy poca ayuda fantasear y regodearse con lemas como aquel de que «fuimos un imperio en el que no se ponía el sol». Si acudimos a este tipo de creencias es porque contribuyen a hacernos sentir más huecos y cómodos en nuestra pequeñez. Cuando uno recrea y se instala en un mundo al que concibe como un dominio inagotable, permanente y ordenado, la siguiente idea será intentar ser una parte importante de él. Es sumamente práctico saber de antemano que en ese mundo las cosas siguen siempre en su sitio y, aún más, que cada uno está donde debe estar. Eso genera una sensación impagable de seguridad. En este sentido, los más apalancados y beneficiados son los aristócratas (de viejo o nuevo cuño), que siempre encuentran razones, o pagan para que se las encuentren, a fin de seguir bien ubicados y proteger su estatus. Lo que nunca encuentran es motivo para cambiar de hábitos, para ver alterados los rangos y para pedir excusas, aunque estén obligados. Estar arriba es, al parecer de algunos, una circunstancia natural que no han tenido más remedio que aceptar. Ellos sólo pretenden ahora dar continuidad al legado de sus ancestros, más que nada por una cuestión de respeto y porque «todos» debemos rendir el debido tributo a los protagonistas de la historia, a los suyos. O eso dicen por lo menos.

viernes, 18 de junio de 2021

Mudo eres libre de pensar

Imagínate que te hacen creer que el habla es un mero ejercicio vocal y que es además sumamente arriesgado. ¿Cuáles serían las consecuencias? No hay ni que decirlo. Un mutismo más o menos radical. Nos resistimos a imaginarnos tan crédulos, pero lo de enmudecer voluntariamente es algo que, en mayor o menor grado, ya se da. Como las técnicas que favorecen la divulgación de este tipo de creencias extravagantes no paran de progresar, pronto serán muchos los que crean más conveniente hacerse los mudos. No siempre claro, sino en aquellas circunstancias en que se vean obligados a pensar y a decir lo que piensan. Darán por hecho que, en tales circunstancias, callados son mucho más libres de pensar. Han aprendido y asumido que sólo en privado y en silencio llega uno a recuperar su propio ámbito de libertad. Lo consideran un ámbito inviolable donde las palabras y los argumentos siempre serán únicamente suyos, donde nadie los podrá malinterpretar. A resguardo en él de oyentes curiosos y molestos, nadie puede impedirles pensar libremente sobre cualquier cosa. Y si alguien piensa que son mudos, y hasta se lo dice como un improperio, lo compadecerán en su error. En vez de replicar, pensarán para sí que quien suelta semejante infundio, con clara intención de mofarse de los activos y discretos pensadores, mejor haría en permanecer como ellos mudo.

jueves, 17 de junio de 2021

Lo que alumbra la oscuridad

Rember Yahuarcani, Los primeros hombres,
2015, Acrílico sobre lienzo

La obra que aquí se muestra es un avance de otra más ambiciosa y posterior. Su título también enmienda y completa el de ésta dejándonos un par de líneas fascinantes: “Los primeros humanos conquistan a la mujer Arco Iris, la acomodan para que el cielo no caiga a la tierra". Su autor, Rember Yahuarcani, llega desde el mundo amazónico y ha crecido en el seno de la nación uitoto, uno de los pueblos originarios de la Amazonía peruana. Forma parte del clan Aimen ('la garza blanca') y justamente ese nombre, 'el clan de la garza blanca', es el que se le dio a la exposición, celebrada en una sala de Lima en 2018, donde se presentaron las obras de sus padres junto a las suyas. No está de más recordar aquí que el pueblo uitoto fue uno de las más cruelmente maltratados en la época de la explotación del caucho durante el primer cuarto del siglo XX. Alivia pensar que la savia y la poética que en estas obras se adivina, tan resistente como renovada, han prevalecido sobre el recuerdo infame de personajes tan despiadados como Fitzcarraldo o Arana, a los que algunos todavía tienen como grandes protagonistas del progreso.
En una entrevista de enero de este año, Yahuarcani hijo pasaba de reclamar justicia para los postergados, y tantas veces perseguidos, habitantes del Amazonas a describir de este preciso modo el mundo en el que ha vivido:
La Amazonía no solo es ese espacio verde, de diversidad animal y clima tropical; es su gente, sus peligros, sus tristezas, carencias, pobreza extrema y sus ríos contaminados. Vivo con todas ellas e intento mostrar las posibilidades que tiene el mundo indígena para crear una obra genuina y con identidad. Vivo también con sus mitos e historias, y estos están en continuo movimiento, no son estáticos; al escuchar la narración de un pescador o un cazador, el mito toma otra forma y movimiento, como una gran serpiente que se desliza entre las raíces, el mito se convierte en algo real, vivo, trascendental, que no muere. Entonces, es una dinámica donde el humano es naturaleza y la naturaleza es humana (Revista Terremoto, Lima, 11/1/21).
Lejos de entender ese mundo, la mayoría de nosotros solemos quedarnos ante él soltando adjetivos llamativos. Fascinante decía yo mismo al principio, probablemente porque desconozco todo de esa Amazonía en la que se ha criado el artista. Fotografías y reportajes desde luego no faltan, pero hay en ellos demasiada propensión a las fantasías exóticas. Para completar la aproximación se denuncia, como si se desvelara un crimen nuevo, el drama de la naturaleza virgen. Todo resulta, pues, bastante engañoso e irreal. Nadie de los que nos hablan de ese mundo lo ha vivido. De modo que avanzaré por una ruta menos transitada, con Huarcani sirviéndome de intérprete y ayudándome a entrar en ese hermético mundo. Eso no quiere decir que vaya a renunciar a la fascinación que me produjo aquel largo título. Al fin y al cabo, si fascinado quedé con él, hay en este cuadro claves de ese mundo y motivos suficientes para continuar fascinado.
Para empezar hay algo verdaderamente disruptivo en su expresión plástica, fruto probable de técnicas aprendidas en familia, en el círculo íntimo, digamos en el seno del clan. Pero también se advierte en Yahuarcani la influencia de corrientes más cercanas a nosotros, nacidas del contacto con el mundo exterior. No es academicismo, podría ser en todo caso la mirada atenta del observador a ciertas obras señeras de la pintura. Es una conjetura. Sobre lo que no cabe conjetura, leyendo sus manifestaciones y revisando su obra, es que su temática está inspirada en creencias y tradiciones de su entorno. Las asume para que, a través de su obra, sigan manteniéndose vivas. La mirada hacia al exterior no le ha desorientado, más bien le ha permitido recrear su mundo con un estilo absolutamente singular, distinto. Aunque su técnica parece alejada de las pautas académicas, no me atrevo a hablar sobre ella porque sólo he visto reproducciones en pantalla. Sobre los motivos y figuras presentes en sus cuadros, algo me gustaría añadir tomando como referencia inmediata la pintura arriba mostrada.
Desde luego hay en el cuadro toda una narrativa, que encontrará desarrollo posterior en la obra posterior. No se trata de un simple tema ni intenta reflejar una anécdota puntual. Esa narrativa parte, como es fácil adivinar, de las frases que luego han servido de título,“Los primeros humanos conquistan a la mujer Arco Iris, la acomodan para que el cielo no caiga a la tierra". Dicha narrativa, así enunciada, representa algo parecido a un Génesis amazónico, puesto que apela directamente a la cosmogonía de su entorno. Con esa cosmovisión lo que Yahuarcani implícitamente reivindica es la memoria amazónica, que ha ido encontrando eco en él tras su paso por sus próximos. El carácter animado, dinámico, de las figuras, escrupulosamente delineadas, no desdice el tono mágico que las envuelve. Son figuras pasajeras, curiosas observadoras, arrastradas por un flujo invisible y constante. Sólo el cielo permanece estático, sólo el Arco Iris —que surgirá en la siguiente fase— puede protegernos. Sería aventurado por mi parte intentar interpretar cada uno de los elementos que aparecen. Los símbolos son siempre de tal rentabilidad especulativa tal, que permiten a cada cual componer a su modo el sentido último de un cuadro como éste. Así que sería más justo admitir que nuestras especulaciones son aquí visiones y figuraciones de un mundo que prácticamente desconocemos.
Es verdad que, por encima de los símbolos reflejados en el cuadro, está la atmósfera, el ambiente que los rodea. Escapamos de la especulación para dejarnos llevar por las impresiones más sugerentes. Sólo tengo que mirar el cuadro y lo primero que advierto es el telón de fondo, esa noche abierta, esa oscuridad estimulante. Al europeo el contraste sobre negro le sorprende. Hemos sido muy dados a descubrir mundos y narrar su creación desde la luz, como si llegara la aurora. Parece formar parte de nuestra cosmovisión, pues así quedó reflejado, y por escrito, en nuestras referencias mitológicas. Así que algo nuevo y ajeno deben significar esos fondos oscuros sobre los que surgen en este caso los colores y las estilizadas y andariegas figuras. Hay un marcado contraste el recurso al el blanco que habitualmente sirve de base incolora y neutra para el propio lienzo. Para nosotros el blanco tiene algo de paradoja. Es al mismo tiempo el vacío de color y la amalgama policromática. Con ese giro reunimos principio y final dando así sentido al ciclo de la vida. Tras superar ese vacío, el blanco luminoso parece esperarnos como un deseable punto de llegada.
La angustia del vacío ha hecho que nadie se haya empeñado en explorar con suficiente ambición la oscuridad y la llegada del color. Sin embargo, ese debería ser nuestro punto real de partida. Quizá un espíritu amazónico, libre de angustia, conciba todo esto de un modo diferente y esté mucho más abierto al origen natural, al ámbito de la gestación. Vivimos hoy a plena luz, pero el origen y sus forms proteicas seguramente sólo pueden ser captadas en medio de la noche, en la sombría promiscuidad. Imagino que para ese espíritu, que ha guiado sabiamente la mano del artista, no deberían los actores verse deslumbrados por los focos ni trastocados en su delicado equilibrio. En cambio nosotros, los ajenos a su mundo, tendemos a perder en la oscuridad el enfoque. Todo pierde claridad en nuestra mente y alimenta el temor a que, desde esos entes confusos que la habitan, irrumpa lo que no sabemos ver. Sin embargo, en la oscuridad, tal y como él la ve, todo parece preñado de vida. Ahí están las plantas y las aves trepando y revoloteando, hechas el aire, y en su seno más íntimo, a su amparo, en esa madeja colorida, todo está ya prefigurado. Fuera de ese marco, sin todo lo que a su alrededor va creciendo y vive, el hombre nunca hubiera podido llegar a ser nada.
Tras haber fijado el marco, aún quedarían muchas preguntas por responder, aunque necesitadas de mayor extensión. Me pregunto, por ejemplo, cómo acentúa su mundo el color, qué significado tiene en su pintura. Quizá sirva decir que representa el reclamo vívido de la sensualidad. Una sensualidad sumamente sintética aquí, más tensa que fogosa. La otra pregunta que me queda es ¿qué pasa finalmente con el hombre? Porque no hay figuras antropomorfas. El hombre surge del ave y de las plantas, se viene a decir, y no es mucho más. Dos piernas esbozadas con trazo simple, monocromático o casi descolorido, lo destinan a vagar por ese mundo como una figura errante, advenediza y cautiva en un mundo que por oscuro le es imposible dominar.
NB: Descubrimientos como éste no llegan por casualidad. Gracias a una advertencia sobre este artista de nuestra querida Neve, he podido llegar hasta aquí. Una vez abierto a estos mundos, tan nuevos y sugerentes, confío en poder seguir avanzando y sabiendo más.

miércoles, 16 de junio de 2021

Revestido de autoridad

Auparse a la tribuna, ponerse solemne, pronunciarse categórico, declararse incuestionable no augura nada nuevo ni tampoco bueno. Lo que escuches a esos videntes siempre soñará añejo y lo que anuncien será probablemente malo. Por mucho énfasis que le pongan, en el aire quedará la duda de si era verdadero o falso. Y es que quizá no buscan otra cosa.

La próxima vez

La próxima vez está siempre presente y gravita sobre nuestra mente. Tan pronto representa una nueva oportunidad como un castigo premonitorio. De ella cabe esperar que traiga una señal de aliento, pero también puede darnos el golpe definitivo. Es futuro inminente, prácticamente ineludible, además de indescifrable. Dicen que la próxima vez puede que se presente una pandemia más mortífera o se desate una catástrofe mucho más devastadora. Prefiero creer que por fin se nos insinuará esa idea que tanto se nos resistía, que lograremos asimilar nuestra verdadera situación, que nos reconciliaremos con lo que nos rodea aun a riesgo de hacer resurgir dolores que dábamos por olvidados. La próxima vez llegará hasta nosotros, y con ella lo bueno y lo malo, queramos o no queramos, bien sea con paso discreto o con un repentino sobresalto.

martes, 15 de junio de 2021

lunes, 14 de junio de 2021

La luz y el espanto

Es pura ilusión eso de que, cuando abrimos los ojos al mundo, éste se nos está ofreciendo. Ese espejismo apetitoso es fruto inequívoco de nuestro afán posesivo. De creerlo, la luz tendría como única misión redondear y hacer atractiva toda esa oferta. En esa idea, cuanta más luz llega más inmediato, hasta hacerse casi tangible, es lo que percibimos. «No son más que objetos y están ahí para ti» parece insinuarnos esa generosa claridad. Y sin embargo, sabemos bien que no hay objeto que, una vez sometido al crudo imperio de la luz, no arrastre tras de sí una sombra severa. Toca despojar al mundo, por tanto, de esa aura obsequiosa y, si es necesario, enfrentarse a la luz, para no acabar viviendo como perpetuo inquilino de una ilusión. O eso o nos equivocaremos, de tan reconfortados, con lo que ese fuego amigo acaba proyectando. No vamos a negar que con las sombras el mundo gana en matices, que todo adquiere profundidad y relieve. Pero, si uno hurga en ellas, pronto se ve atrapado por la oscuridad y descubre cuánto espanto nos ocultan. Y como nadie quiere dar por finalizada la ilusión y mucho menos espantarse, prefiere abrir de par en par los ojos eliminando vacíos y aristas, y contemplar al mundo sin ver.

sábado, 12 de junio de 2021

Habla el gato

Últimamente, cuando escribo, tengo la impresión de marchar como quien calza botas demasiado grandes y pesadas. Tengo que intentar ir un poco más ligero.

La ráfaga de titulares

Esa jerarquía que coloca el titular a la cabeza de la entradilla y el cuerpo de una noticia no deja de ser una metáfora sugerente. Para muchos la verdad reside en la cabeza, todo lo demás es un soporte más o menos circunstancial. Poco importa, pues, que esas supuestas verdades hayan sido cuidadosamente podadas y compuestas desde instancias alejadas de quien redactó la noticia. El caso es que el lector de titulares, o sea el más común, se desenvuelve y navega finalmente sobre verdades superficiales creyendo además que tiene ante sí una panorámica del mundo real. El truco tiene sus efectos en muchas direcciones. Quien asume una verdad condicionada y fabricada suele completarla poniendo de su parte un suplemento de convicción. Cuando los argumentos que llegan de otras fuentes hacen tambalearse esa verdad, no faltan quienes la defienden sin temor haciendo incluso gala de fanatismo. El manejo de la verdad en un titular es parecido a la cuadratura del círculo: nunca puede caber toda en ese formato. No nació para eso sino para atraer lectores, creando un reclamo o incluso una sensación de alerta. Por su posición destacada el titular no necesita de signos de admiración, aunque podrían enmarcarlo sin problema. Tenemos ejemplos sobrados de que no  apela a la comprensión de nada y sólo escarba en busca de la fibra emocional. En muchos casos tiene el mismo valor informativo que la exhibición de una pancarta. A partir de ahí, el periódico que la exhibe no puede arrogarse interés alguno en ofrecer una información verdadera. Su principio es otro: la utilidad. A beneficio de quién, esa es siempre en estos casos la pregunta.

viernes, 11 de junio de 2021

Maestro

Esta voz, maestro, tiene nada menos que 23 acepciones y una gran cantidad de expresiones derivadas en el diccionario de la RAE. Eso no quiere decir que la palabra sea ni mucho menos equívoca. En educación todos seguimos entendiendo por maestro al profesor de primera enseñanza, al que enseña en la escuela. Sorprende, sin embargo, que tanto maestro como escuela sean palabras que apenas se pronuncian ya en ese contexto. Han pasado a ser consideradas en algún sentido degradatorias. Todo empezó cuando las leyes de educación, del año 80 en adelante, se empeñaron absurdamente en que había que restituir la dignidad del viejo oficio. Para renovar su prestigio se propuso un cambio de nombre. En los sindicatos se empleó la denominación de enseñante, seguramente por parecer neutra, e incluso surgió la más tortuosa de trabajador de la enseñanza. Daría para un libro discutir la diferencia entre enseñanza y educación, pero no voy a entrar en el tema. Vuelvo a maestro, palabra derivada de la latina magister junto con muchas de esas 23 acepciones. Entre otras derivadas persiste también la algo menos vapuleada palabra magisterio, cada vez más apartada, sin embargo, de la institución formadora de maestros. 
Puede que el término de maestro resulte excesivo en muchos de los casos en los que se aplica, sobre todo si se propone como el que más sabe, pero nadie puede negarle al maestro su virtud a la hora de sacar a mucha gente, particularmente a niños, de la ignorancia, procurándoles destrezas (en números y letras) imprescindibles para el mundo en que nos movemos. Este rasgo casi heroico queda un tanto desvirtuado al establecer en términos legales su dedicación y competencia profesional. Por esta vía legal, ha pasado con el tiempo, como genérico profesional de la enseñanza, a ser denominado profesor, en la idea de que este término le concede mayor rango. Del mismo modo, su ámbito profesional ya no es la escuela sino el colegio. A este absurdo las leyes llegaron inspiradas por una desequilibrada situación del sector. Mucho tuvo que ver la asociación de la palabra escuela con los establecimientos públicos de enseñanza, mientras que al colegio, por representar la opción privada, se le presuponía otro nivel de calidad. Para algunos la enseñanza en esta última institución sería de pago, es decir seria, y la otra de pega, es decir gratuita. Estas razones selectivas elevaron a la categoría de profesores a los docentes de colegio, al tiempo que dejaba para los docentes de instituciones públicas la vieja denominación de maestros. La idea de cambiarles legalmente de nombre, lejos de prestigiarlos, acabó por confirmarlos en su inferioridad. No sólo fue una decisión desafortunada sino que no creo que les haya aportado más dignidad. En lugar de eso les ha desprovisto de un glorioso título en el que resonaba con ribetes épicos su tremendo esfuerzo.

jueves, 10 de junio de 2021

Lejanía

Miro las noticias, tanto da si es en el periódico como si es en pantalla, y lo que me transmiten no es preocupación ni sorpresa, lo que me transmiten sobre todo es lejanía. Veo alejarse el mundo, porque lo veo expresarse de un modo cada vez más indescifrable. Las palabras han cambiado de sentido, las imágenes son equívocas y las personas que les dan soporte no son creíbles. Todo son personajes lidiando con un guion en el que apenas encajan. La sensación que tenemos como resultado es que presenciamos un espectáculo. Se trata de un espectáculo repetido y muy poco original por otra parte. El cuerpo nos pide salir de ahí, pero por delante tenemos un largo y penoso camino. De donde no no salimos, en ningún caso, es de esa sensación nuestra de lejanía. La lejanía nos ha puesto en camino, pero cualquier largo camino discurre de hecho entre dos lejanías: una que refleja nuestra íntima aspiración y la otra que, a la contra, marca nuestra renuncia. A todos nos gustaría, tras haber alcanzado la primera, ser capaces de volver la vista sin miedo a la segunda, a esa contralejanía que dejamos atrás. Y digo sin miedo porque es frecuente que se produzca ahí una curiosa mudanza: la renuncia, la salida, la huida viene a convertirse desde la lejanía recién ganada en una pérdida. Esa pérdida inminente nos hace ver el mundo que dejamos de otro modo. El mundo es ahora un teatrillo cuyos personajillos tan pronto nos devuelven el humor como nos llenan de lástima. Todo pasa a ser pequeño, por momentos tan entrañable como un juguete. Mientras leo el periódico, veo salir a mi lado al niño que fui, corriendo tras el mundo que escapa dando botes como una pelota.

miércoles, 9 de junio de 2021

La puerta falsa

Berlin
India Picture Budget
La entrada de la ciencia en esos medios de difusión en los que su presencia venía siendo mínima, si no testimonial, a menudo se está produciendo por la puerta falsa. En nombre de la divulgación científica, avalada por un indemostrable interés de los lectores, se ofrecen, como si fueran teoremas, afirmaciones en general bastante dudosas. Llevadas a titulares rimbombantes, son certificadas por un coro de «expertos» urgentemente alistados como comunicadores. La mayoría de ellos, ansiosos de celebridad, se pronuncian en busca de impacto mediático sin discernir el grado de confusión que sus opiniones siembran. Porque de opiniones se trata casi siempre, toda vez que no acostumbran a avalarlas ante un público al que toman por inculto y lego. Creen que sus títulos deberían de bastar para tomárnoslos en serio y que, en calidad de ignorantes, estamos condenados a ser crédulos. Les han dicho que aprovechen, que la ciencia es ahora tema de moda, que no se enreden recabando criterios de autoridad. Los medios, que en esto llevan la batuta, se han inventado con la pandemia un nuevo y quizá rentable espectáculo. A su llamada pronto han acudido oportunistas de universidades y laboratorios para presentarse ante audiencia, espectadores y lectores como voces indiscutibles. Los verás sentando cátedra por todas partes como augustos oráculos. Bajo los focos se creen el alma de un nuevo espectáculo del que, en detrimento de sus conocimientos, gustosamente han pasado a formar parte. Frente a las críticas alegan como excusa que, gracias a ellos, la ciencia —por lo menos la que indignamente representan— pasa a estar al alcance de todos. Al rebufo de sus manifestaciones rotundas, no faltará algún transeúnte que, pillado por el reportero de turno paseando por la acera, las repetirá con absoluto convencimiento. De ese modo, con ese refrendo ocasional del público soberano, quedarán acreditadas como dogma de fe. No deja de ser sintomático que todo ese convencimiento ande muy por encima del que mostraría cualquier científico serio. Pero los científicos discretos hablan bajo. Quizá por eso pasan estas cosas.

martes, 8 de junio de 2021

Techos y cielos

Hay techos y hay cielos. Hay techos abiertos y hay cielos rasos. Hay techos pintados y hay cielos azules. Hay techos iluminados y cielos estrellados. Hay techos liberados y cielos encapotados. Hablamos de espacios, de espacios abiertos a la imaginación. Para dotarlos de dinamismo sólo hacen falta nubes. ¿Nubes por el techo? Las hay en abundancia en los frescos barrocos. Pietro da Cortona dejó en el XVII amplia muestra. Me servirían, por ejemplo, los celestiales techos de las salas de los planetas del Palacio Pitti de Florencia. Pero, por mucha ilusión que los trucos barrocos intenten ahí sugerir, ¿es realmente dinámico el resultado? Diría que no estrictamente. De hecho es algo que parecía imposible hasta que Alexander Calder lo imaginó y lo llevó a cabo, combinando además lo visual con lo acústico. Lo hizo engalanando el techo de un aula magna universitaria mediante un frondoso despliegue de platillos móviles. 

Nubes acústicas en el Aula Magna de la UCV 
Foto: Fernando de Tovar

Del techo del Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela cuelgan 22 platillos de colores, a los que se unen otros 9 fijados en las paredes. Son las famosas nubes acústicas ideadas por el escultor en 1952. La idea inicial era conseguir una acústica óptima en la sala. Forman parte de un techo que bien podría ser un cielo singular, que por colorido y dinámico nunca podrá parecerse a ningún otro. Por desgracia el mecanismo que las hacía móviles, dando lugar a orientaciones diversas de luz y sonido, no llegó a instalarse. Aun así, el efecto es fascinante al decir de quienes han estado allí presentes. La obra forma parte de una decidida apuesta artística y arquitectónica de la reconstituida universidad. Al incorporar 107 obras de de 24 artistas, entre los que se cuentan figuras como Vasarely, Laurens, Léger, Arp y otros, bien se puede decir que estamos ante un atractivo muestrario de las artes plásticas de la década de los 50. Sólo queda confiar en que el tiempo, la desidia y la falta de medios no acabe por arruinar todo aquello.

lunes, 7 de junio de 2021

El entrevistador y su oficio

En una entrevista del año pasado, el agudo periodista peruano César Hildebrandt habla de su paso por la televisión en estos términos: «La televisión exige un empobrecimiento del lenguaje que, poco a poco, te mina. Si hubiera continuado diez años más ahí, habría llegado a adquirir el léxico de un papagayo. En la prensa escrita uno puede escribir y eso es un banquete intelectual». Para evitarlo trataba de imponer en sus entrevistas «una dinámica agresiva» y así generar «un clima de catarsis». De ese modo el espectáculo consistía en «indagar detrás de la máscara» que cubría el rostro del entrevistado. «Mi único papel era ayudar al televidente a imaginar qué había detrás de la máscara. Yo me aferraba a indicios para dibujar un rostro» (La República 20/1/2020). Obviamente quedaría para el televidente, al entrar en el juego, la tarea de saber cuánto había en la máscara de verdad. Un ejercicio interesante que al menos reconoce y reclama la competencia intelectual del espectador, en definitiva, que lo dignifica.

domingo, 6 de junio de 2021

El extraño

Puede que lo extraño inspire curiosidad, pero eso sólo encaja y aprovecha a los espíritus científicos. En los demás las reacciones no suelen ser tan cabales. Sobre todo cuando lo que extraña, por su aspecto, es lo que nos sorprende como una versión más de lo humano. Digamos que de lo humano nuestra referencia primera somos nosotros mismos. Todo lo que se distancie de ese patrón nuestro queda graduado con una medida precisa que, tomada en horizontal, se traduce en lejanía. Pero cuando viniendo desde allí el extraño se nos aproxima lo que despierta es rechazo. Hablaba de horizontal porque visto en vertical, todo es aún  peor: se tiende a considerar al extraño como un menor. Eso nos lleva a dar muestra con él de nuestro paternalismo y, en el mejor de los casos, remueve nuestra generosidad y compasión. Hablamos de las reacciones comunes. Más difícil es encontrar quien acepte lo extraño como tal, es decir como diverso. Parece como si la aparición de lo diverso fuera siempre inoportuna, como si rompiera algún equilibrio gracias al cual nos movemos sin esfuerzo por carriles rígida y previamente fijados. Esta inercia social es la que hace que al final nos resistamos a aceptar algo más allá de nosotros mismos.

Concienciarse en el cuerpo

Mientras piensa, llega uno a sentirse incorpóreo. Al menos por un momento. Pero lo que uno piensa, por mucho que trascienda, nunca es ajeno a su estado físico. Hay un hilo, muy fino quizás, que mantiene toda su arquitectura mental conectada a tierra y que, al menor desfallecimiento, la hace insensiblemente vibrar. En realidad, uno nunca consigue sacudirse la gravidez, siempre está ahí. No pocas veces pensar nos lleva a una suerte de equilibrio ideal en el que nos creemos ajenos a las fuerzas dominantes y hasta nos imaginamos libres en ese viaje extracorpóreo. Ahí la vida es una figuración clara y bien argumentada, descrita en plazos previsibles y alimentada por ideas, proyectos e ilusiones. Pero esa vida es en sí misma una ilusión, desde el momento que avanzamos ajenos al terrible contrapeso de la muerte. Pensar es un acción espontánea en la que buscamos sentirnos libres, lo que no deja de ser una ilusión. Amarrar vida y pensamiento es como cabalgar a lomos de una ilusión. Sólo el cuerpo nos remite a la realidad. Al aterrizar, si no tenemos conciencia gozosa de él, tomamos ese retorno como una caída en cautiverio. La libertad de pensamiento que en algún momento fue evasión, vive ahora bajo sospecha. No contar con el cuerpo nos hacer vivir en falso. La evidencia más clara la tenemos al ver cómo el pensamiento se recluye en un laberinto sin salida ante la aparición del dolor. De hecho querríamos prescindir del cuerpo. Sin embargo lo único que conseguimos es agudizar el pensamiento y acabar siendo víctimas de nuestro propio y bien afilado aguijón.

sábado, 5 de junio de 2021

Sería difícil no verlo

Tan difícil como verlo claro. Porque ver, lo que se dice ver, es otra cosa. Digamos, pues, contemplar, vislumbrar o adivinar cuando lo que tenemos delante es un cuadro. Lo que uno capta en él va mucho más allá del objeto, lo que uno tiene ante sí es un puente hacia otro espacio, esta vez interior. Ese espacio es, de hecho, el dominio privado de nuestras evocaciones. Ahí confluyen las sensaciones visuales —que nos asaltan de forma inmediata— con los sentimientos —convertidos en un oleaje emocional que todo lo transforma y que finalmente nos transforma.
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Untitled, 1995, Zao Wou-Ki
Independientemente de todas las vivencias que puedan darse ante un cuadro, en éste de Zao Wou-Ki se da otra clase de confluencias. Es sobre todo buena prueba de cómo se aúnan en él las tradiciones oriental y occidental. Pero, si dejamos a un lado las tradiciones, lo que tenemos a
 primera vista es una figuración dendrítica cuyo trazo difuso y tormentoso acaba por conferir al conjunto un tono marcadamente dramático. No se trata propiamente de una abstracción, aunque la sobriedad de medios invite a pensarlo. Está más bien en el camino de vuelta a la tradición paisajística y caligráfica oriental. Es verdad que carece del sosiego y equilibrio que caracteriza a aquellos paisajes y que la pincelada no respeta el rígido canon caligráfico, pero cualquiera reconocerá en ella su ascendencia estilística y cultural. En otro orden, quedarse en la enramada sería quedarse en el motivo pictórico y reducir demasiado la interpretación. Si las formas adquieren aquí un evidente dinamismo es por la presencia del vacío. Pero no estamos ante un vacío armonioso sino ante uno convulso y agitado. Ese vació no llega de los vientos, no es aéreo, es fruto de una tormenta interior que asciende desde las raíces. Tentado queda uno de interpretar ahí la metáfora y entender la obra como un ocasional reflejo de la emoción del autor. Aunque esto, a decir verdad, sucede siempre y con cualquier obra. Según los casos, esto será más o menos difícil de apreciar, pero indudablemente este reflejo es una seña formal y expresiva que parece más bien occidental. Así que enmarcar rotundamente la obra en Oriente no parece apropiado. Tan inapropiado como situarlo en la abstracción. No obstante, al motivo podría buscársele parentesco con algunas de las primitivas figuraciones de Mondrian. Estoy pensando en toda la serie de árboles con los que Mondrian camina hacia la abstracción, muy particularmente con El árbol gris de 1911. Hay razones para mantener la reserva, la enramada de Zao viene dotada de un vigor vertical que contrastaría con la horizontalidad de aquellos árboles y, por otro lado, la propia técnica poco tiene que ver. Pero hay algo en el dramático afán de copar el vacío que hermana a ambos artistas. Es difícil no verlo.

viernes, 4 de junio de 2021

Ni fui ni seré el mismo


Caleb: Closed eyes, 2016, Jessica Russo Scherr
Saatchi Art

No es que el tiempo haga destrozos. Si nos vemos desfigurados, es porque aún guardamos dentro de nosotros un retrato favorable, o más bien una imagen favorita, siempre propicia para los momentos de agobio y desazón. Pero hacerse empujar por esos vientos de popa es un truco muy socorrido; así cualquiera avanza, y sin despegar de la silla. Se equivoca quien cree que eso es como viajar por el tiempo. Ese retorno —porque siempre es un retorno, nadie se imagina viejo— no es un viaje a través del tiempo, es mandar el tiempo a un lado, fuera, como un testigo inoportuno. Ya que no hay viaje, podemos admitir al menos que cerrar los ojos viene a ser un modo, bastante ingenuo desde luego, de evitarnos sustos y huir de una actualidad demasiado rigurosa.

Con ellos cerrados, vuelves a salir allí tú, al fondo, el domingo de Ramos del 54, por ejemplo, con ojos algo extraviados tras las gafas recién estrenadas, pero con la raya del peinado muy bien hecha para salir en la foto. Si te ves de cuerpo entero, luces perfecto en tu abriguito gris, mientras mantienes bien agarrada y tiesa la palma, como si fuera una lanza que defiende tu inocencia. Enfrentarse al tiempo, empezó ahí. Blandías esa arma inofensiva, casi ridícula. Imposible ahuyentar con ella conflictos personales, temporales amorosos, los vientos de proa que pronto vendrían. Con el tiempo sí que aprendiste a navegar y un buen día hasta te ganaste la brújula: encontraste razones de peso para no hundirte, así como mapas y libros con los que orientarte. Lo que nunca desapareció, sin embargo, fue el miedo. Y es eso es justo lo que más desfigura, siempre el mismo miedo, el miedo a que una ola imprevisible te haga zozobrar y desaparecer.