Siempre tengo la sensación de que con la llegada del verano se nos abre una puerta al pasado y de que pueden volver los días de fugaz brillo. El verano nos invita a recomponer nuestro maltrecho cuerpo y parece ofrecernos un nuevo contrato de uso mucho más conciliador. Gracias a eso, podemos intentar recuperar algunas relaciones personales que los largos meses de frío habían dejado casi ateridas. No hablo de buscar excesos sino de premiarse y animarse con nuevos estímulos.
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