En una entrevista del año pasado, el agudo periodista peruano César Hildebrandt habla de su paso por la televisión en estos términos: «La televisión exige un empobrecimiento del lenguaje que, poco a poco, te mina. Si hubiera continuado diez años más ahí, habría llegado a adquirir el léxico de un papagayo. En la prensa escrita uno puede escribir y eso es un banquete intelectual». Para evitarlo trataba de imponer en sus entrevistas «una dinámica agresiva» y así generar «un clima de catarsis». De ese modo el espectáculo consistía en «indagar detrás de la máscara» que cubría el rostro del entrevistado. «Mi único papel era ayudar al televidente a imaginar qué había detrás de la máscara. Yo me aferraba a indicios para dibujar un rostro» (La República 20/1/2020). Obviamente quedaría para el televidente, al entrar en el juego, la tarea de saber cuánto había en la máscara de verdad. Un ejercicio interesante que al menos reconoce y reclama la competencia intelectual del espectador, en definitiva, que lo dignifica.
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