Auparse a la tribuna, ponerse solemne, pronunciarse categórico, declararse incuestionable no augura nada nuevo ni tampoco bueno. Lo que escuches a esos videntes siempre soñará añejo y lo que anuncien será probablemente malo. Por mucho énfasis que le pongan, en el aire quedará la duda de si era verdadero o falso. Y es que quizá no buscan otra cosa.
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