Imagínate que te hacen creer que el habla es un mero ejercicio vocal y que es además sumamente arriesgado. ¿Cuáles serían las consecuencias? No hay ni que decirlo. Un mutismo más o menos radical. Nos resistimos a imaginarnos tan crédulos, pero lo de enmudecer voluntariamente es algo que, en mayor o menor grado, ya se da. Como las técnicas que favorecen la divulgación de este tipo de creencias extravagantes no paran de progresar, pronto serán muchos los que crean más conveniente hacerse los mudos. No siempre claro, sino en aquellas circunstancias en que se vean obligados a pensar y a decir lo que piensan. Darán por hecho que, en tales circunstancias, callados son mucho más libres de pensar. Han aprendido y asumido que sólo en privado y en silencio llega uno a recuperar su propio ámbito de libertad. Lo consideran un ámbito inviolable donde las palabras y los argumentos siempre serán únicamente suyos, donde nadie los podrá malinterpretar. A resguardo en él de oyentes curiosos y molestos, nadie puede impedirles pensar libremente sobre cualquier cosa. Y si alguien piensa que son mudos, y hasta se lo dice como un improperio, lo compadecerán en su error. En vez de replicar, pensarán para sí que quien suelta semejante infundio, con clara intención de mofarse de los activos y discretos pensadores, mejor haría en permanecer como ellos mudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario