miércoles, 9 de junio de 2021

La puerta falsa

Berlin
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La entrada de la ciencia en esos medios de difusión en los que su presencia venía siendo mínima, si no testimonial, a menudo se está produciendo por la puerta falsa. En nombre de la divulgación científica, avalada por un indemostrable interés de los lectores, se ofrecen, como si fueran teoremas, afirmaciones en general bastante dudosas. Llevadas a titulares rimbombantes, son certificadas por un coro de «expertos» urgentemente alistados como comunicadores. La mayoría de ellos, ansiosos de celebridad, se pronuncian en busca de impacto mediático sin discernir el grado de confusión que sus opiniones siembran. Porque de opiniones se trata casi siempre, toda vez que no acostumbran a avalarlas ante un público al que toman por inculto y lego. Creen que sus títulos deberían de bastar para tomárnoslos en serio y que, en calidad de ignorantes, estamos condenados a ser crédulos. Les han dicho que aprovechen, que la ciencia es ahora tema de moda, que no se enreden recabando criterios de autoridad. Los medios, que en esto llevan la batuta, se han inventado con la pandemia un nuevo y quizá rentable espectáculo. A su llamada pronto han acudido oportunistas de universidades y laboratorios para presentarse ante audiencia, espectadores y lectores como voces indiscutibles. Los verás sentando cátedra por todas partes como augustos oráculos. Bajo los focos se creen el alma de un nuevo espectáculo del que, en detrimento de sus conocimientos, gustosamente han pasado a formar parte. Frente a las críticas alegan como excusa que, gracias a ellos, la ciencia —por lo menos la que indignamente representan— pasa a estar al alcance de todos. Al rebufo de sus manifestaciones rotundas, no faltará algún transeúnte que, pillado por el reportero de turno paseando por la acera, las repetirá con absoluto convencimiento. De ese modo, con ese refrendo ocasional del público soberano, quedarán acreditadas como dogma de fe. No deja de ser sintomático que todo ese convencimiento ande muy por encima del que mostraría cualquier científico serio. Pero los científicos discretos hablan bajo. Quizá por eso pasan estas cosas.

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