Predecir cuándo brotarán los caprichosos horizontes en que acabaremos ahogados. Abundar en el grito si precede al ladrido y desata la rabia. Dirigirse al vacío por escrito lanzando sentencias finas y edulcoradas. Inundar el espacio literario con un aluvión de emociones indescifrables. Exponer un abigarrado juego de símbolos que destroce nuestras imágenes. Mentir desde muy adentro sobre lo que el cuerpo nos reclama. Pagar bien las excusas donde adivinamos individuos inconvenientes. Seguir informando con autoridad de todo lo que no se sabe nada. Sacar colores de ese bote en que guardamos nuestra preciada mierda. Pintar infiernos donde todos caemos vivos y de pie como paracaidistas. Reservar flema y fuerzas para llegar vestidos de gala al asesinato. Denunciar ante todos por errantes a quienes mueven cuernos y mansean. Redoblar razones como quien rompe tambores presto a combatir por nada. Abrir puertos y puertas para vagabundos y navegantes frente a lluvias y mareas. Encadenar penas bien desgarradoras para adorno de la gente cumplidora. Anunciar el pronto y seguro favor del cielo con un gélido revuelo de cometas. Pasear unas ojeras tan grises como para enturbiar éste y otros cien mundos. Marcarse como triste pasante planes y objetivos definitivos.
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