La web reporter.lu informaba ayer sobre las proezas académicas del primer ministro luxemburgués. Comprobado: de su tesis de master sólo 2 de las 56 páginas eran originales. Salvo unos párrafos en la introducción y una breve conclusión lo demás había sido copiado, lo que constituiría a juicio del reportero «un plagio sin paralelo en su campo», colocándolo a la cabeza de la larga lista de políticos pillados en la misma falta. Consultados los expertos académicos, una dijo: «Veo el plagio muy problemático, porque hay amplios pasajes transcritos palabra a palabra», para añadir después: «Uno no puede copiar accidentalmente varias páginas». De acuerdo. Otro, que no quiere entrar en líos, rebaja el tono y afirma benévolo que quizá lo transcrito es «demasiado extenso para ser razonable». Un tercero, casualmente director o supervisor del trabajo, intenta eludir el ridículo diciendo que los criterios eran otros antes de que aparecieran los programas de detección de plagios. Supongo que quiso decir que eran más laxos o llanamente inexistentes y que él pasaba por ahí y firmó el aval académico porque el muchacho iba para ministro. Quo usque tandem abutere patientia Luxemburgensis?
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