Con las manos en las sienes hacía ademán de estar sosteniéndose la cabeza. Tanto persistía en ello que más parecía que estaba midiéndosela. Pero llegó un momento en que se puso a mirar a ambos lados, despistado, como si quisiera romper el estrecho molde y escapar por fin de sí mismo. Fue ahí cuando confesó esperanzado: «Estoy seguro de que aún me caben en la cabeza tres o cuatro ideas más». Al oírlo hubo a su alrededor gestos de extrañeza y alguno también de lástima sincera. Uno, el seriamente afectado, dijo: «Pues intenta que sean buenas». Otro, el más sarcástico, añadió: «Mejor que sean las últimas». Uno más, para hacer historia, lo coronó frente a todos: «Siempre la tuvo vacía y ahora cree que se le ha quedado pequeña».
No hay comentarios:
Publicar un comentario