Entregó un tocho de mil páginas más diez separatas con los anexos y al caer todo resonó como un tremendo mazo en la mesa del tribunal. A continuación el postulante declaró entre engreído y descreído: «mucho me temo que no voy a ser correctamente leído». El secretario vio oportuno apostillarle: «como escribano parece usted bien esforzado, pero cargante en exceso también. Todo lo demás está por ver o, mejor digo, por leer. No espere milagros de nuestra balanza ni tampoco alabanzas nuestras cuando se nos avecina una tarea que nos puede durar hasta que nos ardan las pestañas de sueño. Mañana será otro día. Prepárese para él, porque le enseñaremos a poner correctamente las comas, los puntos y los acentos.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario