Todas las mañanas, con los periódicos digitales, compruebo cómo va aumentando de día en día la distancia a la que me encuentro de la realidad. Tengo la impresión de que me alejo. Bueno, eso suponiendo que sea la realidad lo que en ellos se refleja, algo que me temo sea una suposición aventurada. De hecho su realidad parece más alentada por el patrocinio que por la constatación. Ingenuamente, lo que cada mañana espero es tener delante un reflejo de los hechos, pero lo que me llega son reflejos patrocinados y hechos distorsionados. Así que no sé bien dónde estoy, porque tampoco sé ya a ciencia cierta dónde queda eso que llamamos la realidad. La calle que veo, por la que me muevo a diario, concuerda poco con la realidad que todos esos medios retratan. Antes de que alguien me lo advierta, yo mismo diré que el ambiente en que me muevo es bastante restringido y que considerarlo la realidad en general, así con todas las letras, sería desproporcionado. Pero tan desproporcionado e irreal en todo caso como lo que se nos transmite como realidad por pantallas y gacetas. ¿Dónde estoy, pues? O bien, ¿dónde está esa realidad tan evasiva? ¿Es que existe algo a lo que podamos llamar la realidad? En fin, aún me queda una última pregunta, pero ésa sí que la respondo. Estoy por creer que de momento quien todavía existe soy yo.
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