Volvió hacia mí sus ojos húmedos y algo extraviados, mientras su angustiado rostro demandaba generosidad y consentimiento para aquel «te prometo que haré todo lo posible por entender», promesa que llegó a mis oídos sostenida por un hilo de voz como dramático testimonio de que la luz, que un día sobresalió por encima de las de todos nosotros, se extinguía ahora en su mente.
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