La colisión de un sustantivo con un calificativo desacostumbrado o casual, que inesperadamente viene a la cabeza, tiene algo de accidente lingüístico. Como consecuencia, la vía común, la que lleva a darle algún sentido a la expresión resultante, queda bloqueada. Se sabe que esto tiene un efecto provocativo en quien la escucha o lee. En el mejor de los casos surge una imagen literaria nueva que posteriormente hará mayor o menor fortuna en función de la acogida que encuentre entre escritores y hablantes. La mayoría de esas imágenes no tienen relieve poético, pues para ello no basta con que tenga buena acogida sino que encuentre feliz sintonía. Tampoco basta con la sensibilidad común, porque esa sintonía sólo se da con lectores propensos a captar significaciones novedosas. De hecho esa capacidad depende casi siempre de factores alejados del tono argumental. Hay gente que adivina significado en la musicalidad de la expresión; otros intuyen en ella un mensaje debido a su oportunidad. Por su parte, los menos dotados para estas tareas, por mucho que a veces se las den de eruditos, se deben conformar con buscarle a la expresión profundidad, como si tuvieran entre manos un nuevo concepto. De hecho, aunque las imágenes lingüísticas tengan importante carga metafórica, pueden ser sumamente útiles al ser trasladadas al discurso argumental. No pocas veces resultan ahí explosivas, tras introducir nuevos conceptos y abrir con ellos nuevas vías. El hecho de que no parezcan musicales o premonitorias no les niega a esas expresiones su efecto radiante. Promueven imágenes que no alteran la sensibilidad pero sí remueven el intelecto. Y del intelecto parte un intento, muchas veces productivo, de traerlas a mandamiento y engranarlas en algún discurso científico, filosófico o al menos convencional.
Puede que convengan ahora algunos ejemplos de estas colisiones. Los tengo bien a mano, porque nadie debería pensar que esto ha salido de la nada. Podría empezar por la expresión que ha dado pie a toda esta reflexión. Ha sido en un titular de prensa donde me he encontrado con la sopresa de un «ayuno financiero». Ahí mi primera intención ha sido interpretarla y no digo entenderla para no quedar por más obtuso de lo que soy. Pero la primera dificultad que he visto es que no sabía si hacer recaer el peso sobre las finanzas o si todo era una cuestión de dieta. Todo se hubiera podido arreglar continuando la lectura, es verdad. Claro que eso vendría a decir que la expresión de marras actuaba como mero reclamo, como un sinsentido provocador. Desde luego buscar ahí musicalidad u oportunidad hubiera sido un sinsentido aún mayor. Es probable que la expresión ni siquiera tuviera pretensiones conceptuales y sólo pretendiera describir una situación necesitada de nuevos detalles para ser contextualizada. El caso es que tras la colisión y ante la duda de interpretación he renunciado a seguir. Como apenas sé de dietas y finanzas, prefiero seguir con ejemplos de colisiones con las que puedo entrar en sintonía. Las expresiones que éstas dan no tienen por qué tener carácter conceptual. A lo que apelan es a la sensibilidad. Por eso, las imágenes que suscitan son sobre todo evocadoras, desencadenantes e instigadoras de otras. Decir, por ejemplo, que aquellos ojos suyos eran de un «azabache profundo» no habla de su calidad material. Si a continuación decimos que penetrar en aquel cuerpo comportaba «riesgos oceánicos» ya nos imaginamos un tormentoso encuentro. Si acabamos por decir, buscando una nueva colisión, que arribamos finalmente a unas «arenas melodiosas» será para deducir de la expresión algún alivio. Si expresiones como aquella primera abren la puerta a cierto conocimiento, al dar un significado y contexto específicos a una determinada situación, en las segundas el significado se va revelando a base de recabarlo en otras expresiones. Esta búsqueda de significado requiere una esforzada y prolongada aproximación que no suele tener visos de sencilla culminación. Si el significado da lugar a algún conocimiento poético, éste siempre será demasiado difuso, pero a cambio la búsqueda nos irá marcando a fondo y dejando señales indelebles.
Puede que convengan ahora algunos ejemplos de estas colisiones. Los tengo bien a mano, porque nadie debería pensar que esto ha salido de la nada. Podría empezar por la expresión que ha dado pie a toda esta reflexión. Ha sido en un titular de prensa donde me he encontrado con la sopresa de un «ayuno financiero». Ahí mi primera intención ha sido interpretarla y no digo entenderla para no quedar por más obtuso de lo que soy. Pero la primera dificultad que he visto es que no sabía si hacer recaer el peso sobre las finanzas o si todo era una cuestión de dieta. Todo se hubiera podido arreglar continuando la lectura, es verdad. Claro que eso vendría a decir que la expresión de marras actuaba como mero reclamo, como un sinsentido provocador. Desde luego buscar ahí musicalidad u oportunidad hubiera sido un sinsentido aún mayor. Es probable que la expresión ni siquiera tuviera pretensiones conceptuales y sólo pretendiera describir una situación necesitada de nuevos detalles para ser contextualizada. El caso es que tras la colisión y ante la duda de interpretación he renunciado a seguir. Como apenas sé de dietas y finanzas, prefiero seguir con ejemplos de colisiones con las que puedo entrar en sintonía. Las expresiones que éstas dan no tienen por qué tener carácter conceptual. A lo que apelan es a la sensibilidad. Por eso, las imágenes que suscitan son sobre todo evocadoras, desencadenantes e instigadoras de otras. Decir, por ejemplo, que aquellos ojos suyos eran de un «azabache profundo» no habla de su calidad material. Si a continuación decimos que penetrar en aquel cuerpo comportaba «riesgos oceánicos» ya nos imaginamos un tormentoso encuentro. Si acabamos por decir, buscando una nueva colisión, que arribamos finalmente a unas «arenas melodiosas» será para deducir de la expresión algún alivio. Si expresiones como aquella primera abren la puerta a cierto conocimiento, al dar un significado y contexto específicos a una determinada situación, en las segundas el significado se va revelando a base de recabarlo en otras expresiones. Esta búsqueda de significado requiere una esforzada y prolongada aproximación que no suele tener visos de sencilla culminación. Si el significado da lugar a algún conocimiento poético, éste siempre será demasiado difuso, pero a cambio la búsqueda nos irá marcando a fondo y dejando señales indelebles.
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