Veamos la secuencia de títulos completa: Asomándose al abismo, El jinete apocalíptico, Señor del laberinto, En la cuerda floja, "No le quiten al cuerpo la jeringa", Retórica de la desesperación, El principio del fin. Tan solo he tomado el tramo más actual de su interminable serie de artículos, el que va del 17 de abril al 25 de julio. A simple vista parece una caída en picado a los infiernos, una caída de la que su autor, que luce sonriente en la fotografía adjunta, difícilmente podría reponerse. La dinámica social que como augur presenta es tan funesta que todos presentimos como si con ella el mundo entero fuera camino de enloquecer o de desaparecer directamente. Todo el mundo menos él, que todo lo divisa desde su confortable retiro de este mundo, un mundo que hace tiempo ya empezó a ver atestado de criaturas demasiado rústicas. Él lo dejó, lo dejó todo atrás, miserias al fin, y vino a parar a la gloria donde sin duda se vive mucho mejor. Detrás dejó su historia, una estela en la que se adivina un modo intuitivo y veloz de acomodarse. Supongo que sabe que todo eso nunca le dará para ser héroe y leyenda entre los suyos. «Como los grandes profetas», se dirá él satisfecho. Siguiendo su trayectoria, además de su actual vida muelle, este hombre ha tenido (que sepamos) al menos otras siete vidas. Es un avispado intérprete de su situación personal aunque se haya revelado bastante desafortunado a la hora de juzgar la situación general. De su versatilidad no hay duda: ha sido capaz de aparecer en las más diversos papeles. Ha llegado a la actualidad reinventándose como maduro galán y como político conservador, pero cuidándose antes de abjurar y abominar de sus credos de juventud. Toda la seducción de la que presume en sus aventuras no le sirve ante el pueblo soberano, que empieza a verlo como un personaje desesperado, como un farsante consumado, como un furibundo histrión. A día de hoy, ha pasado a ejercer en sociedad, sin despeinarse y simultáneamente, de observador y actor, lo que le permite anunciar para el indefenso Perú una serie de plagas que dejaría a las de Egipto en meros inconvenientes pasajeros. A buen recaudo, desde la lejanía, en su condición de copero mayor del reino, ya lo veo levantando su copa antes de que todo se hunda. Así que no es difícil imaginar su próximo título: Va por mí, señores, este último brindis. Pero que nadie tema un desenlace, todo es comedia continua, ni la copa ni el artículo serán los últimos.
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