¿Dónde lo aprendiste? ¿Quién te lo enseñó? Son dos preguntas que, alejadas de contenido concreto, suenan a reproche moral y sirven de puerta de entrada a una amonestación en toda regla. Le suele seguir un afirmación de dudosa confirmación: «No es ése el ejemplo que te hemos dado en esta casa». La casa que aquí se cita bien puede ser la familia, el colegio o el convento, pero se presenta en cualquier caso como si hubiera debido servir de matriz moral y como garantía de una futura conducta intachable. El punto flaco de todo esto está en lo del ejemplo. Sin duda allí, en aquella casa, se nos dio ejemplo, o mejor se nos ofrecieron ejemplos Por desgracia, tuvimos que aprender de todos ellos. Y lo que aprendimos, a la fuerza casi siempre, fue que no todo lo que se nos ofrecía era digno y que no servían para enseñar nada. En todo caso no sirvieron para enseñarnos nada bueno. Como a mí, a muchos no nos intrigan especialmente esas preguntas. Sospechamos de la autoridad de quienes las hacen. Habría que hablar antes de todo lo que «aprendimos» entre conductas muy poco ejemplares de «enseñantes» a los que sería mejor no señalar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario