No sé por qué lo hago, ni siquiera sé si merece la pena hacerlo. Pero me sale así, y no puedo evitarlo. Sé bien que el tonillo profesoral arma el solito el discurso, pero también sé que el discurso así compuesto deja de ser una declaración vital para convertirse en un argumento. Sé, por último, que suena bien, que es muy sonoro, pero lo es porque resuena en él el eco de otros. Aunque para quien lo lee deje pronto de resonar, el discurso continúa en el mismo tono y eso es justo lo que lo hace aburrido, repetitivo, carente de chispa y de autenticidad.
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