viernes, 20 de agosto de 2021

La vergüenza para ellos

Todo el mundo tiene salidas de tono. Y, llegado el caso, cuando se forma el lío, siempre habrá quien le diga al otro que no tiene vergüenza o le pregunte dónde la perdió. Parece como si la vergüenza fuera artículo necesario en nuestro equipaje vital y eso a pesar de que, en caso de conflicto, nadie realmente la aprecia. De hecho a quien la muestra, aunque sea sin querer, se le ridiculiza por apocado, pusilánime y huidizo. Así pues, ¿por qué nos quejamos de quien prescinde de ella? Luego va, nos asalta uno de esos desvergonzados y, claro está, la cosa ofende. Empiezo a dudar, por tanto, de si es buena política mantener las vergüenzas para salvar el buen tono y exhibir, cargado de dignidad, aparatosa intransigencia verbal con quien carece de ellas. Creo que es mejor replicar a su desvergüenza con desvergüenza y para eso no veo mejor táctica que trasladar la vergüenza al desvergonzado. A final no se puede hacer frente, ofreciendo rubor y pudor, a quienes nos desprecian con su descaro sin recato. Vayan para ellos, pues, todas nuestras vergüenzas. A ver si devolviéndoles una por otra se reconocen más ridículos que audaces, y se avergüenzan. Así, por una vez podremos regodearnos sintiendo de cerca cómo hemos hecho crecer esa vergüenza ajena.

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