Empieza a no ser tan rara la posibilidad de que uno pueda crearse su propio mundo paralelo. El problema con esto se plantea cuando uno como creador pasa a creer que puede vivir, o que de hecho vive, en él. Todo lo que le oímos a ese uno decir es creo, pero a nadie se le escapa que crear y creer no son lo mismo. Por un lado uno se siente dueño y señor de su creación, pero por el otro no pasa de seguro servidor como creyente. Acción y pasión reunidas, muestran aquí las dos caras dispares de una misma palabra. Atendiendo a cada una de esas dos caras, lo vemos respectivamente hacer girar o dejarse cautivar por lo que él considera su mundo. Lo ve además como un mundo único, porque no puede concebir otro y porque quizá ése representa su única propiedad y paradójicamente su conexión con la realidad.
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