Mientras yo yacía en esa camilla con la que bromeaba hace un momento, mi buen amigo Luis se debatía, sin yo saberlo, entre la vida y la muerte. Finalmente ayer mismo todo terminó y me faltan palabras para expresar mi grado de pesar, la tremenda amargura que su muerte me ha dejado. Viví con él momentos inolvidables, muchas y animadas charlas, algunas juergas y también extrañas aventuras. No viene al caso traerlas por escrito, pero lo que no puedo soslayar, lo que debo destacar ahora es el mutuo aprecio que nos teníamos, su lealtad como amigo. No he tenido muchos amigos, la verdad, quizá no he sabido cuidarlos, por mis reservas o por hacerme el opaco, el misterioso, el encontradizo. Con Luis no podía disfrazarme, su declarada franqueza hacía que fuera cómodo y tuviera siempre acogida cualquier confidencia. Gracias a su temple extraordinario, uno se veía llamado de nuevo a la acción. Luego, estuvimos más de treinta años sin contacto. Pero lo recuperamos hace unos cinco años con renovado entusiasmo, con curiosidad e intriga por las vidas corridas y, contra lo que sucede a veces, sin cuentas pendientes que zanjar. Para ser mi amigo temo no haber estado a la altura de las circunstancias, ciertamente no lo he sabido acompañar; peor, ni siquiera lo he intentado. Y todo por miedo. De algún modo, por edad probablemente, me veía reflejado en él y en nuestras últimas conversaciones me alarmaron sus noticias, que anunciaban su declive imparable. Como todo lo tramitábamos por teléfono, siempre admiraba su tono enterizo, su modo de afrontar unas penurias médicas demasiado trilladas para ser comentadas, de las que se evadía con alguna excursión, siempre crítica, a la actualidad política y con alguna entrañable referencia a sus más próximos, hasta donde sé su mujer y su hija por las que se palpaba su devoción. Daba a entender que eran ellas las que lo seguían haciendo valer y las que lo animaban a vivir. No las llegué a conocer, pero estoy seguro de que habrán sabido confortarlo y a partir de ahora sabrán conservarlo en la memoria como lo que fue Luis: un gran tipo y para mí un gran amigo.
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