Entrar a fondo y regodearse en lo profundo puede suponer también caer de lleno en abismos conceptuales sumamente atractivos. Ya puede uno volver a la superficie cargado de descubrimientos simbólicos, que arriesga salir de allí ciego y absolutamente insensible a lo que sucede en realidad. Es éste un síndrome bien conocido, al que me gustaría ponerle nombre, si aún no lo tiene. En adelante lo denominaré la maldición de la cueva platónica.
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