Leo por ahí que Mengano tiene la virtud de explicarnos la actualidad con datos. Dejemos en paz a Mengano, que no es nadie al fin y al cabo o es, a lo sumo, alguien elevado por su empresa a la condición de «experto» intérprete de todo lo que hoy nos rodea. Porque de eso va la actualidad que ha de transmitirse, ¿o no? Pero, a todo esto, ¿y a él qué le rodea? ¿acaso todo son datos? Es como para preguntarse si no merecería que su documentada explicación se viera secundada y contrastada por voces desobedientes a los algoritmos. Porque de ellas también surgen juicios, subjetivos naturalmente, sobre lo que sucede. Elegidas esas voces al azar, la actualidad quedaría encuadrada de un modo un poco más fresco que si nos la muestran envuelta y hábilmente empaquetada bajo una coraza de datos. Si lo de atender a la población al azar da miedo, al punto de descalificar la explicación, pensemos a su vez en los dudosos criterios con que se seleccionan los datos. Ahí se puede hacer dura crítica de los parámetros con que la actualidad se mide, de los aspectos que con dicha selección se desatienden y de la enorme cantidad de población que en el proceso se ignora. Las actualidades así construidas son tan evidentemente sesgadas que parecen explicarse por sí mismas, haciendo experto a un mero lector. Cosa distinta es que reflejen fielmente la realidad. Que Mengano o la empresa para la que trabaja anuncien en su prestigioso medio la presentación en datos de la actualidad no suele ser garantía de una visión más ajustada. A menudo llegamos a ver en su interesado intento la tramoya con que se sostiene el escenario actual que, por nacer destinado a fomentar la ilusión o el pánico, escamotea con facilidad las certezas por incómodas o poco provechosas.
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