Nos hemos movido todo el rato por las laderas. Hay días que el cuerpo no da para más. Crees que pronto te vas a plantar en la cima, que estás abandonando los dominios de la civilización, que estás a punto de entrar en territorio salvaje, y te encuentras de pronto atravesando un trigal plantado en una elevada terraza con vistas al valle. No me quejo de las vistas. Abajo se puede ver una extensa alfombra verde, más trigales, una preciosa panorámica del valle de Unciti, al pie del monte Izaga. Un par de carreterillas la atraviesan comunicando Najurieta con Alzorriz y Zorokiain. No puede haber tráfico porque apenas queda gente en estos pueblos, si acaso domingueros que se escapan de Pamplona para acondicionar la casa paterna, «la del pueblo», de cara a la primavera y a las vacaciones de Semana Santa. Tirando hacia la peña Iruaga, que era el objetivo, no hemos encontrado en ningún momento el buen camino y nos hemos tenido que mover muchas veces entre matorrales y hierbas altas. En la subida sobresalían en algunos lugares pequeños roquedos, caliza, pero mayormente conglomerado. Hasta ellos llegaban los campos de cultivo, pero para reafirmar las lindes se habían amontonado piedras en la ladera, una solución que mal podría calificarse de muro. El estrecho sendero por el que nos movíamos siguiendo finalmente el cordal más prometedor se ha visto truncado por un amplio y oscuro robledal que parecía invadido por la maleza. Meterse en aquella madriguera no parecía buena idea. Hay bosques en los que se adivina la trampa. Hemos intentado rodearlo, pero como no llegábamos a encontrarle al sendero continuidad hemos decidido darnos la vuelta. En otro tiempo, quizá nos hubiéramos lanzado a subir por cualquier sitio, un poco a la brava. Desgraciadamente, no estamos, o mejor no estoy ya, para esas aventuras. Aunque miro, casi diría que estudio, los mapas con atención, siempre surgen sorpresas. Antes no me intimidaban, ahora calculo más mis posibilidades. Sobre todo porque ando muy flojo de forma y me canso con facilidad. Me da pena no haber llegado al castro de Txarribizkar, pero ahí queda para otra ocasión en que tenga más fuelle. Reviso el catálogo de Mendikat, donde indica 40 minutos para la subida desde Najurieta. Y nosotros toda la mañana ramoneando romero, como las cabras, por las laderas.
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