Bueno, sí, no acabas de encontrarte bien. Pero con eso no basta. A nadie le importa. Deberías de tener algún síntoma. No puedes presentarte allí sólo porque te encuentras mal ni es suficiente decir que llevas una semana teniendo malestar. Eso es como no decir nada, porque, piensa un poco, ¿quién no lo tiene? Hay que ser más concreto y señalar algún sitio, alguna parte del cuerpo. ¿Cuál podría ser? Pues el estómago, la cabeza, el pie,... Ve al sitio en el que sientes algo raro, algo que no te había pasado antes y que te fastidia de veras. Lo llaman síntomas y, como verás, a veces son temporales y llevaderos, pero otras en que insisten resultan insoportables. Antes de hablar allí, como quien rinde cuentas por no estar bien, tú lo que tienes que preguntarte, y responderte claro, es dónde y cuánto te duele. Por ahí se empieza, por especificar algo. Así que saca un papel y ponte a la faena: primero palpa, luego aprieta y por último suelta. Luego toma nota. Y mira a ver si al apretar por un lado va y sientes algo en otro, igual en la otra punta. No, no te rías, eso pasa. Y no se te ocurra reírte cuando estás en ésas, porque entonces te harás un lío con los síntomas y tendrás que volver al principio. Procura acotar un poco, no tocar en todas partes, señalar un foco, que te lo agradecerán. Presentarse sin saber contar los síntomas molesta bastante al galeno, multiplicarlos mucho más. Por tanto, te aconsejo que seas siempre conciso e incluso que le indiques el porqué. Le puedes apuntar como causas posibles que te caíste del andamio, que bebes sin tasa hasta hartar, que has reñido con ella, que no duermes porque te visita un monstruo, o lo que sea. Eso seguro que le ayuda a hacerse un cuadro de la situación y, por otro lado, contarlo también a ti te aliviará. En todo momento debes mostrarte más compungido que entusiasmado. No vayas a olvidarte a todo esto de que que no te encuentras bien. Ten en cuenta que al final lo que tienes que hacer es construir un relato. Tu vas ahí y enseñas tu cuerpo como si fuera un mapa. Le señalas lugares como en clase de geografía y le hablas de tus altibajos, añadiendo, para que el explorador no se pierda, que lo que te pasa es que no te encuentras bien. Como esas fantasías geográficas no le suelen bastar, es cuestión de describirle de pe a pa lo que hay. Te dirá que sin descripción de los síntomas no puede haber correcta solución a lo que te pasa y que, si no le cuentas algo, con qué va a llenar la historia clínica. Así que haz un esfuerzo. Más por ti, porque lo de pasar a la historia es un poco lo de menos. El caso es que si vas entrando en detalles sobre cómo te encuentras y abundando sobre las causas por las que tanto padeces pronto sentirás que eres tú el que en definitiva crece. Fíjate bien en que con ello, poquito a poco, vas haciendo oficio como paciente escritor. Con el tiempo agradecerás los malestares y sacarás provecho y disfrute de contar y llevar cuenta de tus penalidades. Con el tiempo se te ocurrirán otras nuevas y, si no las tienes aún, las adivinarás en la gente que te rodea. De hecho no te puedes ni imaginar cuántas carreras literarias se han iniciado en las consultas del médico. Te podría enumerar ahora mismo no menos de doscientos literatos que han sacado libros bien gordos a base de contar sin complejos y al detalle sus averías. Y tienen éxito, porque es un hecho que a la gente no hay cosa que más le guste que saber de los males ajenos, sobre todo si no los padece.
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