Era su profesión y se sentía orgulloso, porque, gracias a ella, hacía ver, hacía entender, hacía imaginar... Con el tiempo hacer hizo mucho. Pero también hizo desistir, hizo sospechar, hizo temer, hizo renunciar e hizo quizá hasta daño, y eso no era parte de la profesión. Entonces ni siquiera vio, ni entendió, ni imaginó lo que eso supondría. Cuando uno profesa, atiende entusiasmado a una vaga promesa, pero nunca sabe bien lo que acabará haciendo crecer.
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