Un profesor muy trotado (experimentado) y algo desquiciado (quemado) me hacía un breve balance de su trayectoria docente: La lección que todo el mundo aprende no llega a través de la palabra, mucho menos del castigo, y tampoco sirve demasiado el ejemplo; la única lección que, una vez aprendida, se retiene y jamás se olvida es la que llega impuesta por la necesidad.
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