Tomaré a ciegas lo que el doctor Google me prescriba, cocinaré las recetas tal y como el chef Google me indique, apostaré sin pestañear a la firma que el experto Google me proponga, prestaré la debida atención a lo que el profesor Google me cuente, disfrutaré cumplidamente sea cual sea el rol que el gran maestre Google me asigne, tomaré puntual nota de las cifras que el contable Google haya registrado, creeré firmemente lo que nuestro venerable padre Google me dicte, me gratificaré de buena gana con lo que el sátiro Google me muestre, seguiré los consejos que mi compañero infatigable Google me prodiga, aprenderé pero nunca más allá de lo que mi instructor Google me enseñe y, en general, aprovecharé hasta la última gota de ese elixir estupefaciente que Google y su complaciente tropa algorítmica continuamente nos suministran.
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